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GUERRA EN YUGOSLAVIA Política y diplomacia

La OTAN pugna por superar su división

El plan para el despliegue terrestre pacífico valdrá también para una eventual invasión

Xavier Vidal-Folch

Tras una semana en la que los aliados han aflorado aparatosas divergencias tácticas, les llegó el momento de iniciar su síntesis. Italia, partidaria de detener los bombardeos incluso antes de que las fuerzas de Milosevic se retiren de Kosovo, ha hecho saber a sus socios que asumirá una cierta "simultaneidad" entre ambos movimientos. Y los planes militares en elaboración para la fuerza de interposición pacífica que debe acompañar el retorno de los albanokosovares a sus hogares, que ascenderá a unos 50.000 hombres, serán "igualmente válidos" para una eventual invasión terrestre en Kosovo, subrayan fuentes de la OTAN.Franklin Roosevelt no entró en la guerra contra Hitler hasta el bombardeo japonés de Pearl Harbour, pese a las insistentes reclamaciones de Winston Churchill. Iósif Stalin se desgañitó pidiendo la apertura de un "segundo frente" occidental, mientras se desangraban 17 millones de ciudadanos soviéticos. Las democracias discutieron hasta el infinito si la reconquista de Francia empezaría por Marsella o por Normandía. Charles de Gaulle lanzaba pulsos a cara de perro a Dwight Eisenhower para que la tricolor ondeara antes que otra bandera en Estrasburgo y París. Aquella alianza, como ésta, rebosaba contradicciones.

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Su peor efecto es que, al ventilarse en público, alimentan la ilusión del adversario de que las fisuras se transformen en fractura. Es el peaje democrático. "Debatimos, pero siempre nos ponemos de acuerdo en la acción concreta", subrayó ayer un embajador aliado, reiterando igual frase pronunciada el miércoles en la sede de la Alianza por el canciller alemán, Gerhard Schröder. "Al final se impone siempre el principio de la solidaridad", añadió, "porque funcionamos por consenso y compartimos los mismos objetivos y valores". Es la ventaja de la democracia. Polémicas

Hubo divergencias antes de la acción militar. Los europeos -sobre todo Francia- reclamaban el amparo previo de una resolución específica del Consejo de Seguridad. Las disensiones se salvaron por vía pragmática y ante la evidencia del acelerón serbio a la limpieza étnica. Prosiguieron, centradas en las dudas sobre la efectividad del esfuerzo aéreo, tras la inesperada capacidad de resistencia de Belgrado; se soldaron en la cumbre de Washington. Y se han reabierto a los dos meses de campaña sin victoria y ante la aparente inminencia de una solución diplomática.

La primera polémica versa sobre la "pausa". El italiano Massimo D"Alema se alineó el jueves con Moscú -sin romper su protagonismo principal en la OTAN, a la que presta las bases-, pidiendo detener los bombardeos antes incluso de contar con una nueva resolución de la ONU, en lo que le apoya Grecia. Diplomáticos italianos declararon el viernes en el G-8, sin embargo, su asunción de una cierta "simultaneidad", como propugnó sintetizar el secretario general aliado, Javier Solana.

La síntesis -en la que se busca integrar a Rusia- posibilitaría que la pausa, la resolución de la ONU, su voto en el Consejo de Seguridad, el inicio de la retirada serbia de Kosovo o su primera señal y el despliegue de la fuerza de interposición para acompañar el retorno de los kosovares, o la orden de su inicio, formasen un paquete conjunto, a reloj parado y en el curso de pocas horas. Los aliados cederían en formalidades a Moscú; Moscú flexibilizaría su postura en cuanto a los contenidos (el despliegue internacional militar), y Belgrado salvaría parcialmente la cara, tras la bendición de los rusos y de la ONU. Todos podrían presentar la mejor cara de la luna ante sus opiniones públicas.

La segunda gran polémica es el despliegue terrestre. El Pentágono y Londres reclaman desde hace tiempo preparar la invasión. Incluso el jefe militar de la operación aliada, el general Wesley Clark, se habría alineado con esta postura en su reciente viaje a Washington, aunque el portavoz de la OTAN aseguró ayer que, ante el Consejo Atlántico del viernes, Clark "expresó su confianza en la eficacia de la campaña aérea y no se discutió ninguna otra alternativa". Pero tanto la Casa Blanca como los europeos no británicos, empujados por sus opiniones públicas, muestran reticencias u oposición a un plan de invasión terrestre. ¿Solución al dilema? Otra vez el pragmatismo. El Comité Militar aprobará la próxima semana la "actualización del plan operativo" para la fuerza de paz de acompañamiento de los kosovares, confirmó ayer el portavoz, Jamie Shea. Luego pasará el cedazo del Consejo Atlántico. La Kfor agrupará entre 45.000 y 55.000 soldados, doblando los 28.000 inicialmente previstos. Razones oficiales de la duplicación: las infraestructuras están más destruidas de lo previsto, por lo que se necesitarán más brazos para sortear puentes y establecerse; la inseguridad habrá aumentado tras las persecuciones serbias y el aumento del número de guerrilleros; y los refugiados en el exterior son muchos más de los calculados al principio.

Mensaje a Milosevic

Pero en la duplicación de la fuerza subyace también otra razón. Si hay que invadir, los 55.000 hombres de paz instalados en Albania y Macedonia (ahora hay 16.000) constituirán una sólida avanzada de los 200.000 hombres necesarios para el ataque terrestre. "Es un mensaje a Milosevic; una fuerza tan nutrida impone", resumió ayer una fuente aliada, para la que este acelerón del plan de despliegue compensaría la desventaja táctico-psicológica de haber renunciado inicialmente y en público a la acción terrestre. Además, los 55.000 "seguramente bastarán en caso de que la fuerza de interposición pacífica se despliegue en un entorno semipermisivo, sólo pactado a medias", como prevé Londres. Rusia sigue discrepando de la OTAN sobre la composición y abanderamiento de la Kfor, pero ya ha empezado a entrenar un grupo de fuerzas de élite en San Petersburgo, lo que ratifica su intención de participar.

Mientras tanto, la máquina militar continuó ayer actuando, imperturbable, en su 60ª jornada de ataques. En el resultado del día anterior se registra la mayor actividad desde el inicio de la campaña: 23 tanques y vehículos blindados serbios destruidos, objetivos estratégicos en Kosovo y Belgrado, cuarteles policiales y militares..., y el error número 11, el bombardeo de un puesto fronterizo serbio que había tomado la guerrilla del ELK.

Todo ello en 684 salidas -que duplican largamente el número de las primeras jornadas-; 245 de ellas, de ataque. Pese al cansancio de buena parte de la opinión tras dos meses de ataques sin victoria, el lema aliado sigue siendo "perseverar más que Milosevic", insistió ayer Shea, porque "el propósito de la campaña militar es impulsar las condiciones para una solución diplomática justa basada en las cinco condiciones" de la comunidad internacional.

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