Belgrado denuncia la muerte de 19 presos del ELK en un ataque de la Alianza a una cárcel
ENVIADO ESPECIALLa puntería de los bombarderos aliados, o, mejor dicho, la falta de ella, causó ayer una nueva matanza en Kosovo. Esta vez fue una prisión. Irónicamente, estaba repleta de amigos y aliados tácticos de la OTAN y, por tanto, enemigos del Gobierno de Slobodan Milosevic. Según informes de Istok, a 70 kilómetros al oeste de la capital kosovar de Pristina, 24 misiles golpearon por la mañana la prisión local donde, según fuentes serbias, hay un millar de presos, muchos de ellos terroristas, la descripción oficial para los miembros del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). El resultado: al menos 19 muertos y 10 heridos. Por la noche, el edificio volvió a ser bombardeado, así como los alrededores de Pristina.
En Bruselas, la OTAN admitió que hubo un ataque contra "instalaciones de seguridad", pero el general de la aviación alemana Walter Jertz titubeó durante la rueda de prensa cotidiana que ofrece con el funcionario británico Jamie Shea. Primero dijo que no hubo ataque alguno. Luego se corrigió: las informaciones que brindaba a los corresponsales en Bruselas, explicó, no contemplan "operaciones" del día, sino que se refieren a hechos del día anterior. Fue el segundo ataque contra la prisión en los últimos tres días.La televisión serbia mostró anoche imágenes de la penitenciaría golpeada. Muros derruidos, techos caídos, cadáveres en los patios. Encerrados, sin posibilidad de más refugio que el que les podía ofrecer la solidez de sus calabozos, los prisioneros debieron sentir una desesperación indescriptible. Y frustración: sobre todo si es que se confirman rumores que circulaban en Kosovo de que la operación buscaba, supuestamente, provocar una fuga en masa de miembros del ELK.
"Fue un ataque de dos horas", dijo el responsable de la prisión de Dubrava, Aleksandar Rakocevic. Estaba agitado y apenado por la muerte de su número dos, que pereció despedazado por uno de los misiles. La OTAN ofreció para hoy una explicación más detallada de una acción que, como tantas otras, salió terriblemente mal. Shea y Jertz optaron, por supuesto, por señalar los exitosos golpes de la OTAN contra objetivos a lo largo y ancho de Yugoslavia, con estadísticas de las toneladas de bombas contra posiciones militares, centros industriales, carreteras y fábricas, frente a las cifras de accidentes.
Hacer el inventario de los bombardeos aliados y sus devastadores efectos era anoche recitar una colección de daños en carreteras, puentes, refinerías, cuarteles y fábricas desde el norte hasta el sur del país en guerra contra 19 naciones democráticas capitaneadas por Washington. Simpatía para con las hostilidades ciertamente ya no existe en las embajadas de muchos de los países que contribuyen a la operación Fuerza Aliada.
Desde la noche del miércoles, las embajadas y residencias diplomáticas de los representantes de países amigos de la OTAN, como España, y de aquellos neutrales, como Suiza y Suecia, o de los más distantes espectadores del drama en los Balcanes, como los diplomáticos de India, Pakistán, Irak y Libia, han sufrido daños colaterales bastante más benignos, como la destrucción de ventanales, puertas y el susto general impuesto entre los diplomáticos que todavía quedan en Belgrado.
Fiesta en la Embajada suiza
En el caso del embajador suizo, cicerón de la fiesta nacional de su país, con el bombardeo de Belgrado el jueves por la noche, la OTAN le arruinó la fiesta. Eso sí, añadió anécdotas para el mundo de funcionarios encorbatados. No habían llegado sus comensales al postre cuando cinco potentes explosiones cercanas (misiles lanzados contra un depósito de combustible) les catapultaron desde sus sillas hasta la risible protección que en estos casos puede ofrecer el atrincherarse debajo de la mesa. Allí se encontraron embajadores, ministros, consejeros, agregados e incluso el nuncio apostólico de Belgrado, el monseñor español Santos Abril.
Mats Staffansson, el embajador sueco que la noche anterior había salido milagrosamente ileso cuando los ventanales de su dormitorio se convirtieron en navajas volando a gran velocidad en dirección a su cama, aparentemente no ha perdido el humor: "Después de mi asistencia a la recepción en la Embajada de Suiza siento comunicar a mis amigos y colegas que, de momento, ya no pienso asistir a fiestas. Es que los misiles de la OTAN parecen perseguirme".
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