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Centenares de viajeros se quedan fuera de los trenes en hora punta en Atocha

El andén 2 de la estación de Atocha presenta cada mañana, entre las siete y las nueve y cuarto, un aspecto muy parecido al de un hormiguero. Los usuarios se apretujan por centenares a la espera de que llegue el tren que les acerque a alguna de las tres estaciones del túnel de la risa, Recoletos, Nuevos Ministerios o Chamartín. Tal es la maraña humana que, cuando llega el convoy, muchos se quedan fuera y han de esperar al siguiente.

El informe de la Dirección de Cercanías de Renfe que augura el colapso de la red antes del año 2004 (véase EL PAÍS de ayer) no es hueca palabrería. Al contrario: si el análisis se circunscribe al intercambiador de Atocha, inaugurado hace sólo siete años, puede afirmarse que la saturación ya es ahora una realidad. Por lo que pudo comprobar ayer este periódico y corroboraron distintos trabajadores de este nudo de comunicaciones ferroviario, la avalancha de usuarios sobrepasa con mucho la capacidad de la estación durante la hora punta de la mañana, especialmente en tres puntos: los trenes que llegan de Fuenlabrada y Leganés, los que provienen de Móstoles y Alcorcón y los que se dirigen al centro y el norte de la ciudad por debajo del paseo de la Castellana, a lo largo del popular túnel de la risa.En estas líneas, los trenes circulan en "doble composición" (es decir, con seis vagones en lugar de los tres habituales), tienen capacidad para transportar a 1.500 viajeros y pasan con una frecuencia de cuatro o cinco minutos. Con todo, no hay suficientes.

"En el andén 2, la gente se apelotona tanto que, cuando entra el tren en la estación, no caben todos los viajeros que lo están esperando", relata un vigilante de seguridad del complejo. Y si se hacen con un hueco, es casi seguro que tendrán que hacer el viaje de pie. Afortunadamente, ocho minutos son suficientes para alcanzar la parada de Nuevos Ministerios, y cinco minutos más tarde el tren hace su entrada en Chamartín.

De la mano de Dios

Fernando Pérez, portavoz de Comisiones Obreras en el sector ferroviario, alertó de que las administraciones "se han olvidado de invertir en la red de cercanías", con lo que corren el peligro de "deteriorar gravemente un servicio que, hasta ahora, ha sido el orgullo del transporte público". Pérez resumió así la situación actual: "El Ministerio de Fomento anda muy preocupado con los aviones y el caos en Barajas. Ruiz-Gallardón no tiene competencias ferroviarias y dedica todos sus esfuerzos al metro. Entre unos y otros, lo cierto es que el servicio de cercanías se ha dejado de la mano de Dios durante estos últimos cuatro años, mientras que la demanda ha continuado incrementándose". Las apreturas en Atocha no remiten hasta las nueve y media. Mientras tanto, es obligatorio moverse con paso corto por el andén: hay que guardar cola incluso para alcanzar las escaleras mecánicas que conducen a la línea 1 de metro o a la calle. Estos ineludibles tramos de escalera son sensiblemente más estrechos que los instalados en las últimas estaciones de metro, lo que agrava las aglomeraciones. Además, quienes sufren de vértigo se agolpan en el extremo de la escalera pegado a la pared; en el otro lado, el vano alcanza los 15 metros de altura.

El representante de CC OO, maquinista en las líneas que atraviesan el túnel de la risa, reconoció que los conductores nuevos "sienten un cierto síndrome Atocha: los andenes están tan repletos que siempre queda el temor de que, por un empujón inoportuno, alguien pueda caer a la vía". Por fortuna, nunca ha habido que lamentar accidentes de esta naturaleza, "porque los usuarios son habituales y saben lo que hay".

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