Otro aire
ESPIDO FREIRE Hay un hecho curioso que se constata cada vez que uno abandona su pueblo: se comprueba que aún prevalecen los tópicos que acompañan a cada región. La jarana de los andaluces, la pachorra de los gallegos, la chulería de los madrileños, la tozudez de los maños. Y he aquí que, sorprendentemente, la gente no sólo rechaza esos apelativos (parece que lo políticamente correcto aún no ha llegado a ese campo) sino que se sienten orgulosos, y aun justifican su proceder mediante esas etiquetas. El vecino malagueño nos monta una juerga impresionante hasta las tres de la mañana, y se nos disculpa en el ascensor porque, bueno, ya se sabe, él es que es andalú. Los vascos, sin embargo, tenemos otro aire. Buena gastronomía, si señor, Y un pelín brutotes, pero buena gente. Pero, no lo olvidemos, hemos sabido adaptarnos a estos tiempos de contradicciones, y hoy por hoy cuando alguien quiere definir el tópico de vasco se sume en un mar de dudas: ¿víctima o terrorista? ¿busca la paz a cualquier precio o se limita a girar cuando el viento favorable sopla? ¿luchador o simple aprovechado? Eso ocurre, no cabe duda, porque, como los catalanes, nos encontramos en las puertas de Europa, y eso, ya se sabe, da otra modernidad, otro saber estar. Otro aire. Nos empapamos antes de la moda, de las ideologías, de las posturas políticas, mientras el resto del país se mueve en un atrasado oscurantismo medieval. Y saber nadar y guardar la ropa siempre ha sido una sabia medida. Además, si hilamos fino, descubirmos entre los hijos del pueblo vasco un rico mestizaje: con decir que ya nos colocan al Guggenheim como fondo del toro de Osborne, queda todo dicho. Andaluces, castellanos, gallegos han venido a aportar variedad, y han modificado levemente el carácter de la zona. Aunque nadie lo diría, tan bien se esconden y tan bien camuflan a sus nietos bajo nombres a lo Arkaitz, Josune, o por lo menos, Aitor. Sin embargo, ese poso añade complejidad al tópico. ¿Cómo puede ser una muchacha llamada Miren Loureiro Heredia? ¿Una etxekoandre calmosa salvo cuando se suelta la melena por soleás? Sea como sea, es una cuestion menor. Lo importante, lo realmente esencial, es que periódicos, televisiones, opinión pública, han logrado convencerse deque, seamos brutotes o no, buenos cocineros o no, lo que cuenta es mantenernos contentos, apaciguados. En cualquier lugar, la prioridad será solucionar la cuestión vasca. Que goce ahora Borrell de sus quince miunutos de gloria. Aquí ya se sabe que en cuanto nos salga de las narices, ni socialistas, ni madre que les parió: declaraciones dejadas caer como por descuido, un poco de bulla y el país sigue sabiendo quién manda en el cotarro. De modo que ya solucionarán esos su problema: aquí aún queda mucho por hacer, y las elecciones al llegar y nosotros con estos pelos. Afortunadamente hace tiempo que los niños de Jarrai permanecen castigados en su rincón, calladitos, y que los que sufren amenazas y miedos son sólo los jueces, los presentes en las litas no nacionalistas o los designados porque se le ha cruzado el cable al cabecilla de turno, y no el total de la población, que bastante tiene con lo mal que va el Athletic y lo caro que sale ahora alquilar un apartamento en Benidorm. De modo que podemos añadir un nuevo término a la lista de tópicos referentes a los vascos: la satisfacción, el endiosamiento, el orgullo de ser como se es, o, mejor dicho, de ser lo que se es. La seguridad, que llega a ser aplastante, del hijo único que exige atención. La indiferencia, que llega a ser brutal, por los problemas que no transcurran en su territorio. El convencimiento, oculto pero siempre ahí, de que lo que no se consiga mediante el diálogo lo conseguirán otros empleando la fuerza. Porque, ya lo hemos dicho, somos diferentes, es decir, mejores, y nos esforzamos con todo esmero por acrecentar esa diferencia. Definitivamente, nos damos otros aires.
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