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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La línea de sombra

EN LOS ÚLTIMOS AÑOS, las grandes empresas españolas han irrumpido con especial intensidad en Latinoamérica para desarrollar sus negocios en sectores que antes se llamaban estratégicos, como la energía o las telecomunicaciones. Por razones diversas, la presencia de empresas emblemáticas como Telefónica, Endesa y Repsol está provocando durante los tres últimos años algunas reacciones de rechazo, a veces de resentimiento contenido, que no se corresponde con la tradición de buen entendimiento que ha regido las relaciones políticas y empresariales entre España y América Latina.Salvada su condición de antiguas empresas públicas, los casos de Telefónica, Endesa y Repsol no son idénticos. Telefónica construyó pacientemente durante más de un lustro una posición privilegiada en el negocio de las telecomunicaciones en Chile, Argentina, Perú, Venezuela y Puerto Rico. Pero en los últimos tres años se ha producido un visible deterioro en la gestión de las filiales latinoamericanas. Su última gran operación, la compra del paquete de control de la compañía brasileña Telebras, ha confirmado el retroceso en la capacidad gestora de la compañía española, hasta el punto de que las autoridades brasileñas han castigado con dos multas el incumplimiento manifiesto de los objetivos comprometidos en el concurso de privatización.

En el caso de Endesa, hay que achacar a la compañía eléctrica un grueso error inicial, cuando intentó controlar la chilena Enersis a través de procedimientos que, por decirlo en términos suaves, discriminaban a grupos mayoritarios de accionistas en favor de los ejecutivos. El error de Endesa lo ha pagado cumplidamente en dinero -el coste se ha multiplicado ya casi por tres respecto a la cantidad que la empresa española pensaba pagar inicialmente- y en una hostilidad persistente por parte de los accionistas de Enersis. Las reticencias que ha provocado en la sociedad chilena el comportamiento financiero inicial se ha gangrenado, además, por el caso Pinochet. Parte de la sociedad más pinochetista ha encontrado motivos suficientes para rechazar, con argumentos chovinistas, la presencia de Endesa.

El desembarco de Repsol en Buenos Aires ha sido más afortunado, probablemente porque se ejecutó sin prisas y con seriedad. La adquisición de la petrolera argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales a través de una OPA audaz ha suscitado el rechazo del equipo directivo de la empresa, pero el tiempo está limando sus reacciones más viscerales. Además, la empresa española ha cortado a tiempo cualquier motivo para el rechazo, asegurando que venderá los activos necesarios para ejecutar con limpieza la OPA sobre YPF.

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El comportamiento dispar de las tres grandes y el rechazo de sus actitudes menos cuidadosas con los mercados locales invita a recordar que las empresas españolas que están ocupando los mercados latinoamericanos deben autoexigirse normas muy estrictas de buena conducta. Porque, aunque éste sea ya un lugar común, no representan sólo a sus accionistas y empleados; muestran ante una sociedad culturalmente próxima, pero que ha mantenido históricamente una línea de sombra ante los ejercicios de prepotencia europeos (españoles en particular), cuáles son los deseos de cooperación -no sólo en los negocios- de toda la sociedad española. Esa autoexigencia implica cumplir de forma rigurosa las normas más estrictas del mercado bursátil, respetar exquisitamente las de competencia, cuidar al máximo los compromisos de gestión y, sobre todo, esmerar el servicio a los consumidores. No hacerlo así equivale a arriesgarse a una mayor extensión de esa línea de sombra y, en términos más prosaicos, a una pérdida de cuotas de mercado en una zona tan estratégica para la economía española.

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