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GUERRA EN YUGOSLAVIA El frente bélico

Los errores militares de la Alianza socavan el apoyo de la opinión pública norteamericana a la guerra

"Subestimar al adversario y sobreestimar la capacidad propia tal vez sea el mayor error político y militar cometido hasta ahora en el conflicto de Kosovo", afirmaba un diplomático occidental en Washington al comprobar el profundo impacto que los daños colaterales -la muerte de centenares de personas desvalidas- tiene en la opinión pública de Estados Unidos y del resto de los países de la Alianza. Con más de mil aviones de combate sobrevolando día y noche Yugoslavia, con la mejor información militar disponible, gracias a una red de satélites y aviones espías, y con una capacidad de interceptar las comunicaciones enemigas sin precedentes en la historia, los errores, a veces, ocurren contra toda lógica. ése sería el caso del ataque contra la Embajada china en Belgrado; en otros casos, el error está en ese margen que los militares consideran inevitable, como la última matanza ocurrida en Korisa, en la que bombas de fragmentación habrían despedazado a más de cien personas. La NSA, agencia que dirige el espionaje electrónico y de satélites, la CIA, con sus recursos sobre el terreno, y los servicios de información militares proveen una cuantiosa información. Incluso fuerzas especiales que operan tras las líneas serbias ofrecen, cuando pueden, sistemas de puntería a los ataques aéreos. Según fuentes diplomáticas, el proceso de selección de blancos es una de las tarea más complejas, en la que participan tanto los servicios de inteligencia, que procesan la información conseguida por medios electrónicos y por fuentes humanas, como los estados mayores, que diseñan el plan de operaciones, así como los responsables políticos, que en algunos casos deben autorizar el ataque. El presidente Clinton tiene que dar luz verde a los ataques contra blancos de alto riesgo. Ése fue el caso del ataque contra la sede central de la televisión serbia o contra el hotel Yugoslavia, y en general de los blancos situados en el centro de las grandes ciudades. Las matanzas mayores se han producido, sin embargo, en campo abierto, en los que, por motivos de seguridad, los aviones aliados descargan sus bombas desde alturas en las que es difícil distinguir los blancos. Clinton, que ve con preocupación cómo empieza a erosionarse el apoyo de la opinión pública norteamericana, dice comprender la "frustración" de sus conciudadanos por la ausencia de una victoria rápida. Esa misma "frustración", en un tono distinto, empieza a ser perceptible en los militares, que no ocultan sus críticas por la supuesta "dirección política" de las operaciones y echan en falta mayor contundencia. Contra esta opinión se levantan otras, como la del reverendo Jesse Jackson, que bautizó esta guerra como "la guerra Nintendo", refiriéndose, gráfica e irónicamente, a esas imágenes electrónicas, en blanco y negro, de edificios, carreteras o puentes que desaparecen envueltos en la llamarada de una explosión silenciosa. Y, sin embargo, tan abrumadora superioridad tecnológica sigue descansando en el factor humano. Si alguna acción ha puesto de manifiesto la fragilidad de la diplomacia de las bombas inteligentes ha sido el ataque contra la Embajada china en Belgrado, en el que intervino el avión de combate más secreto y avanzado del mundo: el bombardero B2. Toda la tecnología de la guerra de las galaxias se estrellaba por no haber consultado el último callejero turístico de Belgrado, documento no clasificado.

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