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Crítica:ÓPERA: 'EL CID'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un gran espectáculo

La tenacidad de Plácido Domingo para participar en una representación con escena de El Cid de Massenet encontró el aliado ideal en el Maestranza de Sevilla, un teatro que le ha cogido el gusto a representar óperas infrecuentes, siempre y cuando haya algún motivo español por medio. Empezaron la actual temporada con Alahor en Granada y ahora la culminan con El Cid. De Donizetti a Massenet, dos compositores de ópera muy solicitados por los cantantes españoles, ellos sabrán por qué.Insistió Domingo en El Cid, y para ello implicó a la Ópera de Washington, de la que es director artístico, en la coproducción. No se había quedado del todo satisfecho cuando, en versión de concierto, la cantó en mayo del 88 en el Teatro Real. Ahora ve su sueño realizado de dar vida en escena al simbólico personaje castellano.

El Cid De Jules Massenet

Con Plácido Domingo, Elisabete Matos, Ferruccio Furlanetto, Eva Santana, Alain Vernhes, Valeri Alexejev, Sergio Fontana, Eric Martin-Bonnet, Josep Ruiz y Fernando Latorre. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director musical: García Navarro. Director de escena, escenógrafo y figurinista: Hugo de Ana. Producción Teatro de la Maestranza-Teatro de la Ópera de Washington. Sevilla, 4 de mayo.

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Le va bien a su voz, una voz con un centro precioso y una línea musical llena de buen gusto, fogosa, lírica, heroica y apasionada. Sus mejores momentos de la representación sevillana estuvieron en la tercera parte, con el sonido ya caliente, sin asperezas ni sensación de fatiga.

La atracción de Domingo por El Cid es comprensible. No es, en cualquier caso, una de las óperas más conseguidas del autor francés, aunque por aquí y por allá aparecen momentos atractivos. En otros el tópico o lo evidente se imponen y lastran el resultado global. En otras óperas de Massenet, algunos cantantes españoles han realizado sus papeles-fetiche: Victoria de los Ángeles, como Manon; Alfredo Kraus, como Werther. Y de El Cid procede una de las arias que mejor ha cantado Monserrat Caballé: Llorad, mis ojos.

Las carencias de la ópera El Cid se vieron compensadas por una brillante dirección musical de García Navarro -qué bonito su acompañamiento a la citada aria Llorad, mis ojos- al frente de la Orquesta Sinfónica de Sevilla y por una espectacular escenografía y diseño de figurines de Hugo de Ana. Esteticista, acertada en la distribución de grupos, con una plástica utilización del sentido vertical del escenario gracias a una escalera que lo ocupaba totalmente, con una magnífica dosificación del color y con una matizada luminotecnia; solamente se vio perjudicada por el amaneramiento de la coreografía en las danzas del final del primer acto. La ópera como gran espectáculo se imponía frente a las irregularidades de la partitura. La sensación de brillantez envolvía una superficialidad más que evidente.

Ferruccio Furlanetto impuso su entidad dramática como Don Diego y Elisabete Matos tuvo más empuje que delicadeza en el personaje de Jimena. También el coro mostró más carácter que finura expresiva en sus intervenciones.

El éxito estaba cantado. Música fácil, cuadros vistosos -"parece un espectáculo de luz y sonido", dijo una señora en uno de los entreactos- y la presencia de Plácido Domingo, un cantante con tirón que sabe administrar con inteligencia y generosidad sus limitaciones para componer unos personajes que pocas veces defraudan.

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