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Tres años de educación conservadora

El tercer año de gobierno del PP sólo presenta un dato destacado en educación: el relevo de Esperanza Aguirre y su equipo por Mariano Rajoy y un grupo de profesionales ajenos al mundo educativo. En lo demás, nada de nada, como es fácil comprobar si se intenta recordar alguna iniciativa que se haya llevado a la práctica, excepto el largo proceso de transferencias a las comunidades autónomas, o enjuiciar el resultado del proyecto para mejorar el estudio de las humanidades.Después de dos años de discusiones, de la publicación de un equilibrado informe en el que se contienen algunas iniciativas sugerentes, de declaraciones sin cuento de los responsables ministeriales, de propuestas formuladas y luego retiradas, nada ha hecho el ministerio en relación con las humanidades. Ninguna iniciativa, ni siquiera algo tan sencillo como ampliar el horario de historia en educación secundaria. Por el contrario, han sido las comunidades, especialmente Andalucía, Cataluña y el País Vasco, las que han tomado en serio las recomendaciones de la comisión de humanidades y las han incorporado. Éste es un ejemplo de la manera superficial y escasamente comprometida que el ministerio tiene de abordar los problemas. Y ahora vuelve a proclamar que todos los alumnos que aprueben la selectividad podrán estudiar lo que deseen. Como no se están construyendo a marchas forzadas escuelas de ingenieros, facultades de periodismo y medicina, y escuelas de fisioterapia y enfermería, sólo cabe pensar que es el desconocimiento o la irresponsabilidad lo que dirige la actuación de los responsables ministeriales.

Pero lo relevante en el futuro es que a partir del curso próximo comienza una nueva etapa en educación. La mayoría de las comunidades van a asumir la gestión de la enseñanza y se va a crear una nueva forma de relación entre ellas y el ministerio. Existe el riesgo de que la falta de liderazgo del ministerio durante estos tres años conduzca a que cada comunidad resuelva los problemas por su cuenta. Algo de esto está pasando en relación con las retribuciones de los profesores, lo que provocará tensiones que podían haberse evitado. Sería muy negativo que esta situación se consolidara. Es necesario que se discutan de forma conjunta y solidaria los grandes temas: el desarrollo profesional de los docentes y sus condiciones de trabajo, la redistribución de su tiempo laboral teniendo en cuenta sus nuevas funciones, la evaluación de los centros, el equilibrio entre la educación común y la atención a la diversidad de los alumnos, la implantación de la Formación Profesional, la incorporación de las nuevas tecnologías de la información, el mayor protagonismo de los ayuntamientos en la gestión de los centros docentes, la lucha contra el fracaso escolar, y la atención preferente a los centros que escolarizan alumnos con mayor riesgo de abandono y desmotivación.

Pero también es preciso que algunas comunidades acepten el riesgo de proponer iniciativas innovadoras. El trabajo conjunto de Cataluña, el País Vasco y Andalucía en relación con las humanidades puede establecer una cooperación fructífera en el futuro. O tal vez sean algunas de las comunidades que van a recibir las transferencias las que tengan el dinamismo necesario para aportar nuevas soluciones y profundizar en el cambio educativo. En todo caso, será preciso asegurar la coordinación y la solidaridad entre las comunidades, pero sin que se pierda iniciativa. Ni la solidaridad debe producir uniformidad, ni la iniciativa desigualdades. Entre ambas tensiones debe situarse la función de impulso y de cohesión del Ministerio de Educación. Lo que está en duda es si será capaz de asumir su responsabilidad.

Álvaro Marchesi es catedrático de Psicología Evolutiva de la Complutense y fue secretario de Estado de Educación con el PSOE.

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