Alarma en la tesorería de los Nobel
La fundación que cuida el legado del inventor sueco quiere recurrir a la Bolsa para aumentar sus ingresos
Cuando Alfred Nobel exhaló su último suspiro, el 10 de diciembre de 1896, en San Remo, Italia, sin ninguna presencia amiga que lo reconfortara en el instante más "perfectamente serio" de su vida, dejó una fortuna estimada en 31.587.202,28 coronas, destinada a la creación de los premios que llevan su nombre. Una fundación se encargaría desde entonces de administrar ese dinero. Ahora, más de cien años después, el director general de la Fundación Nobel, Michael Sohlman, ha encendido la luz de alarma: "Actualmente el rendimiento de las inversiones no alcanza el nivel de las sumas distribuidas a los laureados y debemos recurrir a nuestras reservas". Sohlman cree que en cinco años la situación puede tornarse peligrosa si nada se hace. Para empezar la fundación ha pensado en operar en la Bolsa. Los primeros premios, otorgados en 1900, tenían una dotación de 150.782 coronas, una suma extraordinaria entonces, que, según los cálculos de algunos estudiosos, equivalía a veinte años del sueldo de un profesor de la época. Esa cantidad ha ido ajustándose cada año a la inflación, hasta llegar a la suma de 7,6 millones de coronas el año pasado (136 millones de pesetas recibieron los galardonados) y a 7,9 millones este año (unos 147 millones).
En su testamento, Alfred Nobel había estipulado que el dinero de su legado debería ser colocado "en valores mobiliarios seguros, cuyas rentas serán utilizadas para los premios". El legado establecía galardones para premiar "los mejores servicios a la humanidad" en los campos de la medicina, química, física, literatura y paz).
Pero la fundación está sometida a unas limitaciones jurídicas que la impiden obtener un mejor rendimiento del capital con las actuales reglas del juego económico. "Para mantener año tras año el monto de los premios", dice Sohlman, "tenemos que proveernos de instrumentos modernos de gestión financiera, que nuestros viejos estatutos nos impiden emplear".
La Fundación Nobel quiere, por ello, cambiar sus estatutos. Ha solicitado al Gobierno sueco autorización para poder realizar operaciones en la Bolsa, así como eliminar el tope de su paquete accionarial, que en la actualidad no puede exceder del 70% del capital de los fondos.
Al comienzo de los años cincuenta, el Gobierno autorizó al consejo de administración de la fundación a efectuar inversiones también en préstamos hipotecarios y acciones. A finales del año pasado, el paquete de acciones de la fundación alcanzaba 1,7 billones de coronas (31 billones de pesetas), habiendo registrado un aumento del 25% con relación al año anterior. La fundación ha gozado también de exenciones impositivas. Todo ello le ha permitido afrontar sin apremios los costes de los premios.
Muchos se preguntan todavía si Nobel intuyó, cuando redactaba su testamento, que fue objeto de sucesivas modificaciones, la trascendencia que su decisión tendría en el futuro. Y no solamente en el plano financiero. Nadie, ni Bergman, los ABBA, Astrid Lindgren o Björn Borg, por mencionar apenas algunos de los que han contribuido a mostrar al mundo el lugar de Suecia en el mapa, ha adquirido la fama del inventor de la nitroglicerina.
Este suceso, origen de la fortuna de Nobel, le valió más de un reproche. Un insigne compatriota suyo, August Strindberg, que no se caracterizaba precisamente por su benevolencia, se refirió a los premios como "dinero de la dinamita", aludiendo con ello al lado oscuro del invento.
Más recientemente, la Fundación Nobel ha sido objeto de críticas por sus inversiones en industrias de armas, que no sólo estarían en contradicción con la adjudicación de un premio a la paz, sino que, además, en algunos casos concretos esas sofisticadas armas habrían nutrido los arsenales de regímenes notoriamente culpables de violaciones de los derechos humanos. La fundación se ha defendido diciendo que no existe contradicción entre invertir en industrias de armamentos y la defensa de la paz.
Pese a ello, la figura de Alfred Nobel está definitivamente incorporada a la historia y es recordada al menos una vez por año. Y no solamente por el monto de los premios, el mayor de los que se otorgan, sino por la universalidad que el donante les inculcó en su testamento al especificar que "los mejores recibirán el premio, independientemente de que sean o no escandinavos".
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