Milosevic acalla la voz de la disidencia
El viceprimer ministro Draskovic, destituido entre síntomas de un creciente aislamiento del régimen
Vuk Draskovic, el viceprimer ministro que desde hace días propone una tregua y acepta la presencia de tropas de la ONU en Kosovo, fue expulsado de su cargo "por sus recientes declaraciones que contradicen y dañan la posición del Gobierno federal", según la explicación oficial ofrecida por la agencia Tanjug. La OTAN se felicitó por esta nueva muestra de disidencia interna en el régimen de Belgrado. Su portavoz, Jamie Shea, aseguró que el cese es "una deshonra para Milosevic que, una vez más, reacciona a cualquier crítica destituyendo de inmediato a cualquiera que tenga algo que ver con esa discrepancia". Tres ministros con escaso peso en el Gobierno serbio dimitieron en apoyo a Draskovic.
El estruendo de las bombas aliadas en Yugoslavia produjo inesperadamente ayer una tormenta política en el gobierno de Slobodan Milosevic. En el bizantino mundo de la política serbia, la decisión fue interpretada como una señal de que Milosevic no quiere verse eclipsado y que desea ser él, y solo él, quien plantee los términos de una posible transacción política para detener la ofensiva aliada y negociar un tipo de arreglo que le garantice una salida del embrollo en el que se ha metido. Milosevic no quiere que la OTAN lo lleve al Tribunal penal de La Haya por crímenes de guerra ni que se le congelen las cuentas bancarias. Draskovic apareció anoche demacrado y emotivo en una atestada conferencia de prensa en la que, si bien dijo que aceptaba su expulsión del poder, dio a entender que ella no implica una peligrosa división en el país. "Mi destitución no supone la ruptura de la unidad nacional serbia. Existen diferencias, pero no las hay en cuanto a la defensa de Kosovo como parte de Serbia", aseguró. La noticia de que ya no pertenecía al Gobierno le fue notificada por el primer ministro, Nomir Dulatovic. La televisión oficial serbia sólo dio un escueto comunicado, pero la decisión fue el acontecimiento más elocuente de lo que ofrece el panorama político interno, plagado de especulaciones sobre supuestos navajazos en el entorno de Milosevic.
La conclusión que anoche unía a varios analistas políticos en Belgrado era simple: si fueron las declaraciones de Draskovic favorables a la intervención de la ONU las que precipitaron un alud de esfuerzos diplomáticos -ya que planteaba en términos claros que los serbios están dispuestos a recibir cascos azules en Kosovo para facilitar, bajo la bandera de las Naciones Unidas, el retorno de los refugiados albanokosovares-, entonces Milosevic no quiere perder el tren de las oportunidades.
Milosevic quiere ser el hombre que dicte los términos de un arreglo -una rendición, en efecto- para impedir que fuerzas disidentes serbias, como el Movimiento Serbio de Renovación (SPO) de Draskovic, u otros políticos que componen tímidamente el espacio de la oposición, levanten vuelo. Sin embargo, anoche el Partido Socialista (SPS) que preside el propio Milosevic, consideró aceptable "una misión de la ONU", aunque no precisó si sería civil o militar.
Draskovic habló ante la prensa minutos antes de que las sirenas de alerta de bombardeo trajeron nuevamente a Belgrado la sensación de inminente peligro. El impredecible exviceprimer ministro serbio, otro hombre en el paro, volvió a reiterar su respeto a las decisiones de las Naciones Unidas y su denuncia al "castigo colectivo" de la OTAN. "Estamos dispuestos a negociar", pero "no estamos dispuestos a hablar con nadie que proponga transformar Kosovo en una tercera república. Somos un país unido, pequeño, muy valiente".
La Alianza se felicitó por el incremento de las disidencias políticas internas en Yugoslavia. "Draskovic ha pagado el precio por decir lo que pensaba", dijo un portavoz, tras la destitución del viceprimer ministro. Los aliados habían advertido hace días de que estas pugnas aumentarían, indicó. Y concluyeron que su destitución pone de relieve que "el régimen de Milosevic no tolera ninguna discrepancia". Los aliados calculan que el dictador ha destituido ya a nueve de sus "mejores generales" y los ha castigado al arresto domiciliario. "Todo lo que está haciendo es aumentar su aislamiento de la élite política yugoslava".
La Alianza no peca de optimismo, pero celebra el aumento de la disidencia. Y recopila sus crecientes síntomas. En las últimas horas ha coleccionado tres: un alcalde serbio brindó por la "resistencia" del pueblo montenegrino; un dirigente de la Liga Socialdemócrata de Vojvodina afirmó que los ataques eran predecibles y un dirigente del partido del presidente montenegrino defendió las opiniones de Draskovic y anticipó que "está emergiendo una Serbia diferente, democrática".
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