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La Ertzaintza detiene a cuatro menores de edad por la muerte a golpes de un indigente en Getxo

La Ertzaintza detuvo ayer a cuatro jóvenes menores de edad en relación con el apaleamiento que acabó con la vida de Alejo Aznar, un toxicómano indigente de 33 años, el sábado por la noche en Getxo (Vizcaya). Los adolescentes son vecinos de Getxo y no pertenecen a banda organizada alguna. "Son chavales sin ningún signo exterior raro", según fuentes de la investigación. La policía autónoma hizo ayer un llamamiento para que los otros jóvenes que presuntamente participaron en la paliza se entreguen voluntariamente "solos o en compañía de un adulto". La colaboración ciudadana ha sido clave para proceder a los arrestos, según reconoció el Departamento de Interior vasco.

La paliza brutal que sufrió Alejo Aznar, convertido en vagabundo en los últimos años a causa del consumo de drogas, ocurrió el sábado poco antes de la medianoche, frente a la parroquia de San José Obrero del barrio de Romo, en cuyo pórtico dormía últimamente. Testigos presenciales declararon que esa noche una cuadrilla de seis o siete chicos que bebían unas litronas y se reían se abalanzaron sobre el indigente y comenzaron a golpearle. Poco después, le dejaban abandonado en un banco de la zona. Aznar murió esa misma madrugada en el Hospital de Cruces (Barakaldo), adonde había sido trasladado. La autopsia reveló que la causa directa del fallecimiento fue una hemorragia interna. El indigente "estaba hecho polvo", según coincidieron en asegurar quienes le conocían. "Sufría de cirrosis, tuberculosis y tenía sida. Era un cadáver andante", señaló un joven que le había conocido en la asociación Proyecto Hombre, cuando Alejo Aznar trató de desintoxicarse hace varios años sin éxito.

Las declaraciones de los testigos llevaron a la policía vasca a habilitar dos números de teléfono el pasado martes para recibir datos sobre el crimen. La respuesta fue inmediata y "muchas" personas trataron de ayudar con datos que pudieran facilitar la resolución del caso. "Las llamadas han sido definitivas", aseguraron medios de la Ertzaintza.

El Juzgado de Instrucción número 3 de Getxo, que investiga el homicidio, decretó el mismo martes el secreto sumarial. Fuentes de la investigación indicaron que el número de jóvenes detenidos era de tres, todos ellos menores de edad, y de unos 16 años. Otras fuentes elevaban la cifra de arrestados a cuatro, y apuntaron que el último de ellos había sido detenido horas después que sus compañeros. El Departamento de Interior se limitó a informar en una nota que los arrestados eran "varios" sin querer dar más precisiones. Los agentes que investigan el caso y los servicios de la consejería tenían orden "tajante de no hablar del tema".

Indignación

La muerte de Aznar ha llenado de indignación a los vecinos del barrio de Romo, donde todo el mundo conocía al indigente, que había crecido en el barrio y donde fueron contemplando su deterioro físico hasta que se convirtió en un sin techo. La Policía Local, que le había socorrido en numerosas ocasiones, no encontró explicación al crimen y la Ertzaintza se sorprendió ante un suceso de un tipo poco habitual en el País Vasco. Algunos vecinos resaltaron que la víctima ya había sido agredido por cuadrillas de adolescentes varias veces. Hace un tiempo apareció una pintada amenazante contra el indigente en una plaza de Algorta.

El joven recibía desde el mes de septiembre pasado una manutención del área de Bienestar Social del Ayuntamiento e la localidad vizcaína. En los últimos meses eran las religiosas de La Caridad quienes le ofrecían ayuda, pero últimamente Aznar ya no acudía a recogerla. Sobrevivía de bocadillos que le regalaban algunos vecinos y amigos, de pequeñas ayudas anónimas y de la atención de la parroquia, donde pasó sus últimos momentos.

"Hay una laguna legal que es necesario llenar para garantizar las condiciones mínimas de los indigentes y de gente que no puede decidir por sí misma. No se les puede dejar morir en la calle porque rechazan ser atendidas por las instituciones", decía indignado Juan José Elezcano, párroco de San José Obrero. Junto al rincón donde dormía el indigente apaleado, grupos de vecinos han depositado en los últimos días ramos de flores y velas.

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