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Tribuna
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La escalada

Andrés Ortega

La estrategia es la escalada, aunque para una parte y otra tenga significados asimétricos. Cada día, la Alianza Atlántica anuncia que sus ataques aéreos han sido más amplios que el anterior, a la vez que aumenta el abanico de objetivos a alcanzar. Ya no son puramente militares sino cada vez más económicos e incluso políticos, desde centrales eléctricas hasta la televisión serbia, como elemento de propaganda de guerra, o centros de poder o de decisión, "centros neurálgicos", se dice. Es una "nueva clase de blancos", según el portavoz del Pentágono, mientras que se mantiene la idea inicial de presionar así sobre los serbios, especialmente los militares, para que a su vez presionen para poner fin a esta situación. Si es que esto es una guerra, no es una guerra total, ni un bombardeo indiscriminado como el de Londres o Dresden durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco una guerra limpia, pero aunque algunas se podrían haber evitado, y pese a que se carece de información fidedigna al respecto, el número de bajas causadas entre la población serbia parece limitado, desde luego en comparación con la potencia de fuego desplegada. Es de esperar que la estrategia de la escalada no quiebre esta premisa.

Los 19 líderes de los Estados de la OTAN han anunciado en Washington que la campaña aérea va a ir a más, al tiempo que se cerca a Serbia. Es una señal de determinación para evitar dar la impresión de quiebro ante la capacidad de resistencia del régimen de Milosevic. Es también reflejo del mayor, que no total, control aliado del espacio aéreo yugoslavo. No hay otra estrategia, pues en la cumbre de Washington ha quedado claro -Milosevic se frotará las manos, una vez más- que no hay consenso sobre una posible operación terrestre, aunque, es de suponer, se seguirá preparando. La campaña aérea puede durar mucho tiempo aún.

En su obra clásica On Escalation (1965), Herman Kahn definía la escalada como una situación en la que "cada parte puede ganar al aumentar sus esfuerzos de algún modo, a condición de que la otra parte no anule este aumento, (subrayado del autor) al incrementar sus propios esfuerzos". Es justamente lo que intenta Milosevic -sobre cuya fortaleza o debilidad política empieza a haber informaciones contradictorias-, con una escalada de un género completamente distinto. Por una parte prosigue y aumenta la limpieza étnica, no sólo en Kosovo, para negociar eventualmente con un territorio semivacío o al que habrá llevado algunos serbios más, sino incluso a Montenegro. Y así consigue una escalada cuya otra pata es la ampliación territorial del conflicto. Sin atacar Hungría (miembro de la OTAN) u otros países de la zona, los serbios lanzan pequeñas incursiones contra algunos países de la zona, y sobre todo Milosevic usa la palanca desestabilizadora de las mareas de refugiados, además de otros medios de presión. Mientras Bosnia sigue siendo un posible rehén, Milosevic está aumentando sobremanera su presión sobre Montenegro, la otra república de la Federación Yugoslavia, en defensa de cuyo presidente Djukanovic, la Alianza más allá de las buenas palabras, amenazas o cerco al que está sometiendo a Yugoslavia, puede poco. Lo que lleva a pensar que si la Alianza Atlántica quiere cumplir las misiones que se ha asignado en el Nuevo Concepto Estratégico, tendrá que disponer de fuerzas efectivas y numerosas de intervención rápida.

En cualquier caso, la campaña aérea necesita más tiempo hasta producir los efectos buscados -si lo consigue- y encontrar una salida política -es ridículo hablar ya de "pacífica"- a este guerra. La aparente unidad aliada tapa un soterrado debate entre los aliados sobre los términos de esa negociación, pese a ciertas aperturas desde la cumbre de Washington. Algunos buscan, y buscarán aún más en los próximos días, parar la guerra por la negociación aunque ello suponga más Milosevic durante un tiempo indeterminado. EE UU y el Reino Unido, que son los que llevan la batuta en esta guerra, de momento rehusan cualquier tipo de acuerdo que pudiera dar a entender que se ha pactado con Milosevic. Esto forma parte también de la escalada. En Washington se ha subido la apuesta.

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