Posición
A propósito del artículo de Miguel Ángel Aguilar del pasado día 16 de marzo, titulado Víctimas de aquí, deseo realizar alguna reflexión, más que para polemizar, para precisar algunos hechos. Hay un dato fundamental que no encuentro en el artículo del señor Aguilar, a pesar de repasarlo varias veces, y es que la singularidad del crimen cometido con los eminentes socialistas Julián Zugazagoitia y Francisco Cruz Salido radica en que fueron capturados en Francia por comandos nazi-falangistas coordinados por el embajador Lequerica y entregados en Irún (julio de 1940) por la Gestapo a los mismos sicarios españoles que habían participado en este secuestro, todo con la complacencia o complicidad del Gobierno de Vichy.
En aquellas cacerías también cayeron, y digno es recordarlo, el diplomático Carlos Montilla, el dirigente republicano Miguel Salvador, el presidente de la Generalitat Lluís Companys, el ex ministro Juan Peiró, Epifanio Huerga, cocinero del presidente de la República (antes lo fue de Lardhy), José Ibáñez, conductor de Manuel Azaña, y varios centenares de destacados republicanos, entre éstos Manuel Muñoz Martínez, militar y masón, diputado de Izquierda Republicana por Cádiz y director general de Seguridad en 1936, fusilado el día 1 de diciembre de 1942 en Madrid. Corrió este correligionario de Manuel Azaña parecida suerte que sus antecesores -en gobiernos de izquierda- en la Dirección General de Seguridad: Arturo Menéndez, leal amigo de don Manuel, capitán de Artillería, que salvó a la República el 10 de agosto de 1932 frente a la sanjurjada, sería asesinado en julio de 1936, tras ser detenido en Calatayud y serle infligidas terribles torturas. Su sucesor en el cargo en 1933 había sido Manuel Andrés Casaus, eminente periodista aragonés asesinado en San Sebastián en septiembre de 1934, crimen que se sospechó había sido auspiciado desde ámbitos del poder político, por entonces las derechas, y que nada hicieron por detener a los criminales.
Pues bien, los personajes citados tienen biografías tan ilustres como los socialistas Zugazagoitia y Cruz Salido, y es de justicia reivindicarlos, si bien somos conscientes de que el precio de la tan elogiada transición, de la que don Miguel Ángel Aguilar también se considera padre, llevó implícito un pacto de liquidación de la memoria y la firma, por parte de algunos partidos democráticos, de un certificado de impunidad para los crímenes del franquismo.
De otra parte, no creo que don Gregorio Peces-Barba esté llamado a tareas de recuperación histórica, y, si lo hace, le sugerimos la reivindicación de la memoria de un eminente jurista, José Serrano Batanero, fusilado el 24 de febrero de 1940, maestro y compañero de su progenitor, y cuyo último cargo ocupado fue el de vocal permanente del Consejo de Estado de la República, es decir, y casi con seguridad, la máxima autoridad democrática asesinada legalmente por Franco.-
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