'Match' nulo en Turquía

LAS ELECCIONES celebradas el domingo en Turquía han arrojado un resultado extremadamente complejo: las legislativas no permiten anticipar quién podrá gobernar el país y las municipales añaden confusión al mapa político general. El descenso del voto islamista de un 21% en 1995 a un 15% en la actualidad no supone un descenso del sufragio radical, porque se halla más que compensado por el espectacular crecimiento de otro extremismo, el del Partido de Acción Nacional, que ha pasado de un 4% a un 18%. Y como reflejo contrario a ese avance conjunto aún hay que sumar la irrupción en la escena local de Hadep, el partido de los kurdos moderados, que ha barrido en las alcaldías del sureste del país, y en particular en la capital provincial de Diyarbakir. Estos fenómenos, aparentemente contradictorios, tienen un origen próximo y común: la detención en febrero pasado del líder kurdo, Abdalá Ocalan, que ha llevado votos al partido panturco, de reputación semifascista, ha hecho progresar también el voto kurdo allí donde cuenta con una población mayoritaria. En medio de todo ello, el Partido de la Izquierda Democrática, que dirige el actual jefe del Gobierno en funciones, el socialdemócrata Bülent Ecevit, se ha visto favorecido también por el arresto de Ocalan, y con el 21% de los votos se convierte en el primer partido parlamentario.

La formación de Gobierno puede llevar semanas, si no meses, y la especulación más lógica es que Ecevit intente sucederse a sí mismo. Habida cuenta de que el partido islamista de la Virtud es el apestado que tratará de evitar, y que la coalición con la extrema derecha nacionalista es muy problemática, hay que suponer que los primeros sondeos de Ecevit se dirigirán hacia los dos partidos de la derecha moderada, Recta Vía y Madre Patria, ambos con cerca del 12% de sufragios cada uno. Así, la izquierda, con unos 135 escaños, podría sumar los 180 que se reparten esas dos formaciones para alcanzar una mayoría parlamentaria de unos 310 escaños en una Cámara de 550.

La marcha de Turquía hacia Europa ha sido acogida en los últimos tiempos sólo con imprescindible urbanidad por la UE, y el rebote de ese desdén se aprecia hoy en el ascenso del nacionalismo y el relativo mantenimiento del islamismo, que es, igualmente, otro radicalismo antieuropeo. Pero Europa, ocupada como está en Kosovo, algo que no disgusta en Turquía por lo que supone de apoyo al hermano musulmán contra los ortodoxos serbios, tiene cualquier cosa menos sosiego para pensar en que la opinión turca se polariza peligrosamente hacia Asia, alejándose de las orillas del Bósforo.