De los santos al golpe
Los alcaldes novatos de 1979 se encontraron con algunas sorpresas. Al socialista Antonio Maldonado, de Mijas, unas mujeres no le dejaban salir del Ayuntamiento recién elegido: "No nos despeñe usted a la Virgen de la Peña", le rogaban. El comunista Juan Antonio Márquez se encontró un mes después de su elección presidiendo la procesión del Corpus de Arriate junto al capitán de la Guardia Civil que le había detenido tres años antes. En Málaga, el 15 de mayo de 1979 el obispo Ramón Buxarrais llamó a las dos de la madrugada al alcalde de la capital, Pedro Aparicio, para pedirle su ayuda, porque los vecinos de Churriana "habían secuestrado a san Isidro". El párroco de la barriada obligaba a un trayecto corto para la procesión del patrono y los vecinos decidieron que, ya que había un Ayuntamiento democrático, el santo debía guardarse en la Tenencia de Alcaldía y no en la iglesia. Por todos lados se levantaron placas y lápidas que recordaban la victoria "sobre las hordas marxistas". El alcalde centrista de Alhaurín de la Torre, el médico Juan José García, ejerció su profesión cuando se le encerraron en el Ayuntamiento los trabajadores de la empresa Punto Industrial y hubo varias crisis de nervios. Márquez, en Arriate, guardaba una caja de vino caro que una empresa constructora le había regalado y se la bebió con sus concejales la noche del golpe de Estado, el 23 de febrero de 1981, que pensaba que iba a ser la última de su vida. Y Aparicio utilizó un amuleto el día de su toma de posesión: una carta que el poeta Jorge Guillén le había enviado felicitándole por su nombramiento.
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