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Venezuela y Colombia, enfermas de ingobernabilidad

Pastrana y Chávez buscan apoyos en la cumbre centroamericana de Santo Domingo

Juan Jesús Aznárez

Colombia y Venezuela atraviesan, por causas diferentes, graves problemas de gobernación: en tanto las guerrillas del país dirigido por Andrés Pastrana secuestran aviones y personas, imponen condiciones y se exhiben irreductibles en buena parte del territorio nacional, el presidente venezolano, Hugo Chávez, choca con el Congreso y amenaza con disolverlo y saltarse a la torera los otros poderes del Estado si no le son dóciles. Los dos asistieron a la segunda cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del Caribe y América Central (AEC) en Santo Domingo.

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La guerrilla, más fuerte

Ambos conversaron con Fidel Castro y buscaron el apoyo de los 25 presidentes asistentes.Sus economías, en recesión, acusan la incertidumbre política. "Que el mundo se vaya preparando para cuando la Asamblea Constituyente disuelva el Congreso. Eso va a ocurrir, y es normal. El mundo debería aplaudirlo", declaró el belicoso jefe del Ejecutivo venezolano, promotor en 1992 de dos sublevaciones militares contra el presidente socialdemócrata Carlos Andrés Pérez y ganador de las elecciones de diciembre pasado porque su principal oferta fue precisamente ésa: concentrar el mando y pasar por las armas al desacreditado sistema bipartidista que gobernó en alternancia durante 40 años. Chávez pretendió tranquilizar a todos: su revolución será pacífica y democrática.

Algunos avisos no lo son: "Tengo lista (...) la mano en el botón del cañón del tanque para presionarlos si no me quitan los obstáculos". Y en tanto la mayoría celebra estas bravatas o secundaría su ejecución, el choque con el Congreso a propósito de la Ley Habilitante, que le permitirá legislar por decreto en materia económica, le vino bien, pues exaltó los ánimos ciudadanos en su provecho: el próximo día 25 ha convocado a referéndum, y pretende que la Asamblea Constituyente nacida de esa consulta sea plenipotenciaria, una meta a la que se oponen la Corte Suprema y la oposición, mayoritaria en el Congreso pero consciente de que la calle y las bayonetas pertenecen al ex comandante golpista. Esa semana, su gente, con sogas en las manos, pedía la horca para los contrarios.

Escaso el margen de maniobra en el flanco económico, con un déficit fiscal de 9.000 millones de dólares y habiendo creado expectativas de imposible cumplimiento, Chávez actúa en política con modos tremendistas y un populismo que entra en colisión con las cuentas públicas, en los huesos. El inflamable presidente parece dispuesto a militarizar el mando de Venezuela, a construir una sociedad jerarquizada, vertical, sumisa siempre a su "autoridad moral". En andas de los ranchos caraqueños y una clase media empobrecida por la corrupción o la ineptitud de los dos partidos tradicionales, se encamina hacia la consecución de los objetivos de las asonadas: destruir el Estado y crear otro que responda a sus instrucciones.

El trance colombiano no es menor. La situación económica es preocupante, y los problemas de orden público se suceden. Por segunda vez, Pastrana se reunió con Castro, esta vez en Santo Domingo, y reclamó su colaboración para hacer entrar en razón a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y al Ejército de Liberación Nacional (ELN), que actúan desde hace casi cuarenta años y exigen el oro y el moro en las negociaciones de paz. "Orgánicamente no ejercemos ninguna autoridad sobre las guerrillas", dijeron fuentes oficiales cubanas. "Ayudaremos en lo que podamos".

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