El tema del holocausto vuelve al cine en una película sobre Eichmann
Un ex cooperante francés y un documentalista israelí convierten el material videográfico del juicio del nazi en un filme polémico
El proceso de Adolf Eichmann tuvo lugar en Jerusalén el año 1961. Durante nueve meses, el hombre que resolvió los problemas logísticos del traslado de millones de personas en toda Europa intentó defenderse desde la lógica del técnico. Pero sus transportes eran humanos, y las estaciones de destino, los campos de concentración. Aquel largo proceso ha sido convertido en una película en la que Eichmann argumenta su indefendible actitud.
Los nueve meses de interrogatorios, de testigos y debates fueron captados por cuatro cámaras de vídeo. Las 350 horas de material quedaron luego olvidadas junto a unos lavabos de la Universidad Hebraica de Jerusalén. Rony Brauman y Eyal Sivan las encontraron y, tras ordenarlas y restaurarlas, han construido una película de dos horas titulada Un spécialiste. "He tomado el libro de Hannah Arendt como arquitectura del guión", explica Brauman, para quien "la lectura de Eichmann in Jerusalem fue una revelación. Su obra nos ha permitido además no sólo hacer la película, sino también poner en orden todo el material videográfico".
Si Brauman es el antiguo presidente de Médicos sin Fronteras y una figura dentro del movimiento humanitario francés, Eyal Sivan es un ex fotógrafo de modas reconvertido al documentalismo que sigue viviendo en Israel. "El texto de Arendt es prácticamente desconocido en mi país y nunca ha sido traducido al hebreo. Rony, en un primer momento, quería que fuese la voz en off de la cinta". Brauman dice haber querido mostrar en la pantalla que aquel hombre es "de aquellos que todo poder quisiera tener en sus filas". La idea es simple: Eichmann obedece y no pregunta.
Como Poncio Pilatos
La película no sólo se deja devorar por una simplificación de las tesis de Arendt, sino también por su protagonista. Eichmann aprovecha que Un spécialiste es una película sin comentario en off para hacerse con el control del relato. A veces sus palabras chocan -"entonces tuve la sensación de ser Poncio Pilatos, pues no me sentía culpable", dice rememorando la reunión de Wannsee en 1942, cuando discutió con Himmler, Heydrich y otros las condiciones de las deportaciones hacia los campos de exterminio-, pero en la mayoría de los casos se presenta como un pequeño gran engranaje de una rueda gigantesca. Para Arendt lo importante era poner de relieve que "el crimen sólo podía ser cometido bajo una ley criminal por un Estado criminal". Brauman y Sivan creen que "es un encadenamiento de pequeñas concesiones, la suma de pequeños gestos desprovistos de particular significación, lo que lleva al crimen de Estado".
Lo cierto es que Un spécialiste olvida que el eficaz y educado funcionario Eichmann fue un pésimo estudiante -no obtuvo el título de ingeniero del que presumía-, que nunca aprendió, como dejaba que figurase en su biografía, el hebreo y el yídish, y en el filme no se dice que se afilió al Partido Nazi mucho antes de que esto fuese casi obligatorio para progresar en la Administración pública. Según él todo fue casual y en modo alguno político o ideológico.
Un spécialiste es un ovni en cualquier cartelera. Al margen de que pueda resultar decepcionante, sería bueno que existiesen otros como él. Hannah Arendt se permitió reescribir las razones por las que el tribunal debía condenar a Eichmann: "En política, la obediencia y el respaldo son lo mismo. Y usted respaldó y ejecutó una política que consistía en negarse a compartir la tierra con el pueblo judío, y los pueblos de otras naciones -como si usted y sus superiores tuviesen derecho a decidir quién debe habitar este planeta- estimamos que nadie puede desear compartir este planeta con usted. Por esta razón, y por esta sola razón, usted debe ser ahorcado".
Si cambiamos la referencia al pueblo judío y vemos la televisión de hoy, sabremos que las víctimas tienen hoy otro nombre y Eichmann otro apellido, pero que los dramas se siguen repitiendo.
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