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JOSEP TORRENT El lunes, en París, a los munícipes de Elx les da por reproducir en un panel la definición que la Real Academia Española de la Lengua da sobre el valenciano, aquella que dice que es "una variante dialectal del catalán". Pura asepsia filológica. Pero, por aquello de las urnas y de la democracia, va y resulta que la mayoría de los munícipes ilicitanos son del PSOE y de Esquerra Unida. Una desgracia como otra cualquiera, qué le vamos a hacer. Así que, para arreglarlo, sale el consejero Tarancón, viejo defensor de la unidad del idioma (del catalán y del valenciano, claro está) y se descuelga con que el conflicto que enfrenta a la Academia Española de la Lengua con la carcundia del terruño es consecuencia del "complejo de la izquierda por no reconocer la personalidad valenciana". El martes, en Madrid, el pleno del Congreso de los Diputados aprueba practicamente por unanimidad la toma en consideración de una proposición de ley del Parlamento de Cataluña para que en el futuro puedan expedirse los Documentos Nacionales de Identidad y los pasaportes en las cuatro lenguas oficiales del Estado: castellano, catalán, gallego y vasco. No tan sorprendentemente, el consejero Tarancón mantiene la boca cerrada. Si la abriera, y fuera consecuente con lo por él manifestado en París, concluiría que la práctica totalidad del Congreso de los Diputados también vive acomplejada "por no reconocer la personalidad valenciana". Afirmación que, como es obvio, sería tomada por una absoluta estupidez propia de un perfecto acomplejado incapaz de reafirmar su diferenciación social y política sin por ello negar la unidad lingüística del idioma, tan evidente por otra parte para quienes se toman la molestia de leer los respectivos diarios oficiales de los gobiernos valenciano y catalán, o el diccionario de la Academia Española de la Lengua. Aquí los únicos acomplejados son los populares, que andan con una vela a Dios y otra al diablo en materia filológica, sin que les importe montar otro numerito, aunque sea en París.