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Tienen toda la razón

Emilio Lamo de Espinosa

El proceso de negociación y resolución propiamente dicho... se realizaría en unas condiciones de ausencia permanente de todas las expresiones de violencia del conflicto... Ello conlleva que una negociación resolutiva no comporte imposiciones específicas, respete la pluralidad de la sociedad vasca, sitúe todos los proyectos en igualdad de condiciones de consecución. No, no son buenos deseos del portavoz del Gobierno ni tampoco extractos del fenecido Pacto de Ajuria Enea. Son párrafos de la Declaración de Lizarra suscrita por el PNV y el resto de las formaciones nacionalistas vascas. Y, por supuesto, tienen toda la razón, como la tienen al convocar una manifestación por la paz -por cierto, de escaso éxito- y un paro, hoy, de una hora de duración.El problema es ¿contra quién se manifiestan o contra quién paran? Pues que haya paz con Euskadi no depende ni de Madrid ni de París, depende de Bilbao o Vitoria. Euskadi lleva lustros proyectando sus problemas sobre otros para no tener que negociarlos internamente. Esta idea de que quien "revienta" la paz es quien se opone a la violencia mientras que los violentos piden paz ¿no es mirar la realidad en negativo? Pues una de dos, o atendemos a Lizarra, y entonces quien lo incumple -como antes Ajuria Enea- es EH, de modo que mal podría el PNV ir de su mano, o nos olvidamos de Lizarra para poder pactar con EH, pero entonces es el PNV quien impide la paz. ¿Quiere usted la paz? Pues abandone la violencia, así de sencillo. Pero sigamos oyendo lo que dicen.

Pues tiene también toda la razón el PNV cuando asegura que frente a la mejora constante de la economía, el bienestar y la cultura hay una degeneración día a día del Estado de derecho y el terrorismo que se va diluyendo en la más trágica impunidad. Y es mucho más cierto aún que hay un deterioro de la Constitución, que se burla el Estatuto, que se asiste a un abejorramiento de la justicia... por las instancias políticas y que, en definitiva, el Estado de derecho en vez de perfeccionarse con la práctica democrática está degenerando cada día. No es frecuente tanta capacidad de análisis: el PNV ha conseguido mirarse en el espejo con inusitada precisión y ha hecho un diagnóstico casi perfecto. Sólo que, una vez más, lo ha hecho sobre el negativo. Pues es cierto que pretende diluir el terrorismo de ETA en la más total impunidad; es cierto que es difícil ejercer la justicia en Euskadi; es muy cierto que el Estado de derecho se deteriora cada día allí.

Todo eso está ocurriendo y por ello tiene también sentido pedir observadores internacionales del proceso democrático vasco, pero para que comprueben si el Gobierno del PNV ha conseguido imponer un orden civil de convivencia que permita elecciones libres o si, pasivamente aliado con jóvenes matones callejeros, está imponiendo un Estado fáctico de excepción donde ni la justicia se puede ejercer con libertad, ni se pueden completar las listas electorales por temor a ser agredido y ni siquiera se puede presentar un libro en la Universidad. De modo que es cierto, cabe dudar si en Euskadi se dan condiciones para unas elecciones libres. Pero ello no por Madrid o París, sino por la complicidad del propio Gobierno del PNV, que tiene aherrojada a su policía, defiende a los culpables de 800 asesinatos, nombra una comisión parlamentaria para dialogar con las víctimas compuesta por los propios asesinos y se manifiesta por la paz de la mano de los incendiarios.

Finalmente, también tiene razón el PNV cuando dice que "Euskal-Herria tiene la palabra". Pero se da la circunstancia de que sólo dos días más tarde de esas explosivas declaraciones del PNV, y en una encuesta del CIS, los vascos han vuelto a decir lo que son y quieren, y así, frente a menos de un 30% que dicen ser sólo vascos, casi el 60% expresa un sentimiento de doble identidad y más de un 5% afirma ser sólo español. Eso es lo que el pueblo vasco es y quiere ser en sus dos terceras partes, español y vasco, vasco y español, y lo lleva diciendo hace años. Y eso es lo que los nacionalistas no quieren oír a pesar de firmar declaraciones instando a respetar la pluralidad de los vascos.

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