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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un clásico bailado en clave de hoy

Víctor Ullate ha elegido, para abrir esta temporada del undécimo aniversario de la compañía, la versión de El amor brujo que puso en pie en 1994. Ahora con la música grabada, a la que pone una cierta flamencura la voz de Carmen Linares, aunque no estamos ante una interpretación flamenca de la obra más danzada de la música española.Es, por el contrario, una visión muy personal de Ullate, en clave próxima a la danza contemporánea, aun sin perder elementales referencias clásicas en una obra tan conocida. No podría ser de otra manera, salvo corriendo la aventura de romper con el espíritu creativo de Falla, lo que en ningún momento pienso se planteó el coreógrafo por respeto al maestro.

El amor brujo, de Falla

Ballet de la Comunidad de Madrid.Director: Víctor Ullate. Teatro Madrid, 9 de abril.

Aun así, este Amor brujo es obra muy personal de Víctor Ullate, quien parece haberse impregnado a conciencia del tema de Falla para moldearlo entre sus manos y darle cuerpo y estética a la medida de su propio sentimiento. Sobre una adaptación musical brillante, que da quizá excesivo relieve a sonidos de la naturaleza, la autoría del coreógrafo está explícita en cada detalle, desde la perfecta fluidez narrativa hasta una escenografía sobria, de austera belleza y de ejemplar funcionalidad.

Es obvio que las manos del coreógrafo son sus bailarines. Ullate utiliza para El amor brujo un grupo de formato medio espléndido en efectividad, cada uno de cuyos componentes sirve su parte no sólo con disciplina, sino con entrega total y admirable. Hay mucho trabajo de todos en la preparación de este montaje, y mucho amor en todo lo que ha sido preciso poner en él, incluso en lo más baladí.

Y hay, también, unos protagonistas que han entendido la complejidad de sus personajes y los incorporan con una difícil sencillez que en ningún momento propicia el exceso. Ana Noya, sobre todo, vive su Candelas con dulzura e intensidad, que convierten cada movimiento en pura belleza, con secuencias siempre culminantes, como esa Danza del fuego que ella hace apasionadamente sin distorsionar jamás el arte.

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