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TRAS EL ABERRRI EGUNA El huevo o la autodeterminación

Las manifestaciones de los dos encapuchados en ETB han tenido la virtud de aclarar el estado del denominado proceso de paz. Los meses transcurridos de tregua sin muertos y la dinámica política creada por la mayoría parlamentaria nacionalista -programación de acciones comunes, kurdos, paros, la convivencia nacionalista en acontecimientos de exaltación del euskara, etc.- no han servido para que ETA mueva un ápice sus planteamientos iniciales. Por el contrario, cuando precisa determinadas cuestiones, produce decepción hasta en los nacionalistas moderados. Se quejaba amargamente Xabier Arzalluz de la poca comprensión que ha existido por parte del PP y PSE ante el campo de aterrizaje que el PNV ha ofrecido al nacionalismo radical. El gesto jelkide constituía, evidentemente, una operación arriesgada, pero las últimas declaraciones de ETA transforman ese riesgo en la comprobación de que lo conseguido es exclusivamente el reforzamiento político de los violentos. El campo de aterrizaje se está convirtiendo en una escala técnica para que el radicalismo eleve el vuelo con más pasajeros y una legitimidad política inexistente hasta la fecha. Resulta ahora difícil que el nacionalismo moderado eche marcha atrás, que cierre el aeropuerto, cuando él mismo se ha visto contaminado por el radicalismo. Amén de su ataque contra el Poder Judicial, se ha dado un paso cualitativo importante: no es sólo que "España no nos entienda", ya no nos entienden ni en Bruselas, en un acopio de victimismo y aislacionismo cuyas salidas sólo pueden ser traumáticas. Sería deseable que el campo de aterrizaje formulado por el PNV fuera definitivamente tal. Todos somos responsables ante el fin de los asesinatos, todos debemos de hacer lo posible no sólo para que los radicales no vuelvan a emprender el vuelo, sino, también, para que este vuelo no vaya escoltado por los aparatos del nacionalismo moderado. Pero la política del nacionalismo, el moderado y el radical, en su formulación paradójica, no facilita las soluciones. Son encomiables los esfuerzos de personas como Miguel Herrero de Miñón, Mario Onaindia, Jesús Eguiguren o de organizaciones como Elkarri por buscar el encuentro con el nacionalismo vasco por la vía foral de la relectura de la Constitución. Sin embargo, el esfuerzo puede ser en vano cuando se aprecia que la dinámica del nacionalismo desde la tregua es rupturista. Territorialidad y autodeterminación planteadas en paquete cerrrado, y recordemos que "sobre la territorialidad no se discute"; estas reivindicaciones no tiene conexión con las iniciativas reformistas. Tampoco, aisladamente, tienen viabilidad política. En sí, territorialidad y autodeterminación, tal como se plantean, son esencialmente una vandera de agitación radical, nada de solución política. Que todos los territorios reivindicados por el nacionalismo, los franceses, Navarra y las tres provincias vascas, se autodeterminen a la vez es un imposible. Esa territorialidad previa, paradójicamente, alejaría cualquier proceso de autodeterminación y la autodeterminación, cualquier proceso de unidad territorial. Vista la correlación elerctoral de fuerzas, la unidad territorial democráticamente asumida, encaminada a la autodeterminación como proceso, es políticamente imposible. La paradoja se agiganta cuando observamos que en el proceso de formulación institucional del país impulsado por el nacionalismo la dispersión ha sido su fundamento. El PNV articuló la Comunidad Autónoma Vasca como una confederación de los tres territorios históricos, ofreciendo a cada uno de ellos una personalidad política llamativa. Y Euskal Herritarrok formula su proyecto desde una base aún más dispersa, una asamblea de municipios. Si Álava quisiera desembarazarse de cualquier proceso autodeterminista tendría todo tipo de argumentación. Si Barakaldo u otra localidad deseara hacerlo ante la asamblea de municipios, tanto más que Álava, siempre que lo decidieran en libertad y no bajo la amenaza de que les mandaran los tanques, que es a la postre lo que planea. Demasiado paradójico todo para que se adivine solución política. Ni existe huevo para la gallina ni gallina para el huevo. O se plantea el aterrizaje sobre la tierra, sobre el pluralismo político, o simplemente veremos banderas flameando en el cielo o portadas de prensa ocupadas por jugadores de fútbol reivindicando la nointervención ajena.

Eduardo Uriarte Romero es concejal del PSE-EE de Bilbao.

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