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Reportaje:

La Casa de las Flores reverdece

Los inquilinos ganan a los 'subasteros' en la puja del edificio donde vivió Pablo Neruda

Las viejas paredes de la singular Casa de las Flores, donde vivió el poeta Pablo Neruda durante su estancia consular en el Madrid republicano, no sólo guardan más de sesenta años de historia ilustre. También han sido testigos de la angustia que se apoderó de los 20 habitantes del número 59 de la calle de Meléndez Valdés (uno de los 10 portales que conforman el edificio) cuando se enteraron de la venta del inmueble por parte de su antiguo dueño, la Tesorería General de la Seguridad Social. Al principio fueron sólo rumores. Noticias que iban de boca en boca y que únicamente generaban incertidumbre y desesperación entre los vecinos. José María Fernández, un inquilino de la casa, lo recuerda ahora, cuando parece haber terminado el enigma y la comunidad de vecinos ha podido comprar el edificio: "Ya estamos más tranquilos, pero creemos que nos han tratado muy mal y que el método de subasta pública ha sido un error", dice.De los 10 bloques que conforman la histórica Casa de las Flores, en el distrito de Chamberí, hasta ahora se han vendido siete. Seis de ellos han sido adquiridos por las comunidades de vecinos, pero siempre en asociación con inmobiliarias. "De lo contrario, no podríamos comprar", asegura José María Fernández.

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Siete de diez

El edificio fue subastado el pasado 24 de marzo. "Al fin terminó un año de angustia y de incertidumbre, de no saber qué iba a pasar con nosotros y nuestras viviendas", cuenta un inquilino. La adquisición del edificio por parte de una inmobiliaria habría podido significar para ellos la reventa de los pisos a precios de mercado. O lo peor, el desahucio.

Por eso no fue tan fácil ganar. Para ir a la subasta tuvieron que aliarse con una inmobiliaria que compró los ocho pisos vacíos que hay en el edificio y además, asegura José María, debieron pagarle 10 millones de pesetas a otra inmobiliaria para que no pujara. Finalmente compraron el inmueble en 403 millones de pesetas. Cada inquilino ha pagado entre 12 y 17 millones de pesetas por piso.

La pesadilla para estas familias comenzó en marzo de 1998. En esos días la Seguridad Social reunió a los inquilinos para comunicarles la noticia de la venta del edificio, en cumplimiento de su plan global de enajenaciones de patrimonio.

Desde entonces, los vecinos esperaron inútilmente que el Ministerio de Trabajo hiciera la venta a través de adjudicación directa y no por subasta pública. "Sobre todo porque las personas que vivimos aquí tenemos contrato desde 1941", dice José María Fernández. Y expone más argumentos: "El 60% de los inquilinos de este edificio son pensionistas, el 10% parados y el 25% trabajadores en activo".

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Pero el Ministerio de Trabajo rechazó cualquier intento de venta directa alegando que la ley obliga a enajenación mediante subasta. Aunque también admitió en un escrito a la diputada Inés Sabanés, de IU, que los inquilinos tenían la posibilidad de adquirir directamente el inmueble. Pero no fue así.

Cuando comenzó la venta de los edificios, los inquilinos se quedaron "aterrados" ante la presencia de supuestos subasteros en las transacciones. De hecho, la firma Algom, SA, de Valladolid, adquirió el edificio de la calle de Gaztambide, 21. Aquello era una especie de David contra Goliat.

Pero, después de tantas luchas y tanta incertidumbre, los vecinos ganaron. "Lo que más nos preocupaba era saber si íbamos a poder pagar. Porque en una subasta nunca se sabe en cuánto puede quedar el precio", dice. "A mí lo que me queda es la sensación de que nos han tratado como basura", afirma Mar, otra vecina del lugar.

La Casa de las Flores se construyó de 1930 a 1932 entre las calles de Hilarión Eslava, Gaztambide, Meléndez Valdés y Rodríguez San Pedro. En su época fue un ejemplo de urbanismo, entre cuyas novedades figuraban las terrazas y los patios conectados con la calle. Además, tuvo moradores ilustres como el poeta chileno Pablo Neruda. Los habitantes del edificio conocen muy bien esa historia. En más de cincuenta años viviendo allí han tenido tiempo -y seguirán teniéndolo- para aprenderla de sobra.

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