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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inversión de la prueba

YEVGUENI PRIMAKOV, el primer ministro ruso, tuvo que regresar ayer a Moscú con las manos vacías, fracasado su intento de mediación, si así se puede llamar al papel de transmisor de unas propuestas de Milosevic que sabía resultarían inaceptables para la OTAN. El presidente yugoslavo había ofrecido una mera promesa de reducción de sus fuerzas en Kosovo, la negociación de un acuerdo "político" y la creación de condiciones de regreso de los "refugiados pacíficos", una vez que la OTAN interrumpiera su bombardeo. Dado el pasado de Milosevic, es una nueva finta sin contenido ni credibilidad alguna. El líder serbio ha intentado darle la vuelta a la situación, de forma que sea él y no la OTAN quien fija las condiciones para detener los ataques.La escenificación de una cesión, que no es tal, por parte de Milosevic debía tener como interlocutor y árbitro a su tradicional aliado ruso. Pero la OTAN y EE UU difícilmente pueden aceptar una pausa en los bombardeos antes de que Serbia dé marcha atrás en su ofensiva, acepte unas fuerzas de interposición dirigidas por la Alianza y el marco del acuerdo de Rambouillet.

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Milosevic ha aprovechado las negociaciones de Rambouillet, y ahora la ofensiva de la OTAN, para acelerar la limpieza étnica y el asesinato de líderes albaneses en Kosovo, lo que algunos llaman la "redefinición de la demografía" de una provincia hasta hace unos días poblada en un 90% por albaneses, de forma que pueda llegar a una tregua en condiciones óptimas para sus propósitos de homogeneidad. ¿A dónde van a volver los 150.000 refugiados que han huido estos días y los otros tantos que, según estimaciones francesas, están en marcha? ¿A una tierra quemada y a unas casas y pueblos arrasados? La respuesta de la OTAN, que intensifica los bombardeos y prepara la entrada en la fase tres de la ofensiva, está en la lógica de la amenaza bélica de Rambouillet y de su ejecución hace una semana.

La oferta de Milosevic ha caído en terreno abonado, en un momento de dudas entre los aliados occidentales. Estas mismas dudas se apreciaron ayer en el Congreso de los Diputados, aunque una amplia mayoría de partidos respaldó al Gobierno y a la OTAN en su acción contra las fuerzas de Milosevic. El Gobierno puede estar satisfecho de la respuesta, que en nada se corresponde con la ausencia de explicaciones y de pedagogía política desplegadas por Aznar y sus ministros. Sería absurdo que, por tales carencias, los futbolistas yugoslavos llegaran a influir más en la opinión pública española que el presidente del Gobierno.

La sesión parlamentaria ha llegado escandalosamente tarde, a los siete días de iniciado el bombardeo de la OTAN y, debido a su formato -sin dúplica, y mezclando la discusión sobre la crisis de Kosovo con la de los resultados del Consejo Europeo de Berlín-, sin un debate político de verdad. Lo único positivo es el compromiso de regular, tal como solicitó José Borrell, los mecanismos de consulta al Parlamento en supuestos de participación de España en operaciones militares, pues lo acordado en 1995 se ha quedado en papel mojado. Borrell supo aprovechar con agilidad el escaso margen de que disponía entre el responsable apoyo al Gobierno en Kosovo, sus dudas compartidas y la crítica por unas explicaciones tardías y escasas por parte de Aznar. Salvo la previsible crítica de Anguita, que reflejó sinceras preocupaciones sobre la "ilegalidad", "ilegitimidad" o falta de idoneidad del ataque de la OTAN, Aznar sabía que la oposición socialista se iba a comportar con moderación, pues a su responsabilidad se añade el hecho de que sea un influyente socialista español quien está al frente de la OTAN. Por eso resultó injusta y mezquina la insinuación de Aznar sobre la misión imposible de Felipe González para la democratización de Yugoslavia, como si las dificultades que ha encontrado fueran la causa de la actual situación. Aznar no contestó a ninguna de las preguntas concretas que se le formularon. Tautologías como que España ha enviado a cuatro F-18 y un avión cisterna porque "es lo que corresponde" no son explicaciones. El presidente del Gobierno explicó sólo parcialmente las razones de la posición española: evitar una catástrofe humanitaria, garantizar la seguridad del millar largo de soldados españoles en Bosnia o contribuir a la estabilidad de Europa en su conjunto. Aznar no entró a fondo en la importancia que tiene para España que la OTAN salga de esta crisis con una credibilidad intacta o mejorada. Su discurso no consiguió demostrar que el Gobierno está haciendo algo más que dejarse arrastrar por los acontecimientos. Eso se llamaría liderazgo y conduciría a diferenciar entre la participación en esta acción de la OTAN y el apoyo seguidista al último bombardeo de Estados Unidos sobre Irak.

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