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Reportaje:MUJERES

Una inspectora en Croacia

María Dolores Pérez, policía, ha dirigido un equipo de siete agentes españoles de la OSCE en Eslavonia Oriental

En la sociedad occidental, es difícil sustraerse a la fenomenal presión de la televisión. En nuestro mundo, las tarjetas de crédito se han convertido en el símbolo del consumismo. Pese a ello, María Dolores Pérez, inspectora del Cuerpo Nacional de Policía, ha logrado vivir los últimos seis meses sin ver televisión -"bueno, vi unos minutos del programa de fin de año de la televisión serbia"- y sin usar la Visa. Ella misma se apresura a reconocer que estas dos privaciones no constituyen hazaña alguna puesto que desde mediados de septiembre hasta el pasado día 17 ha sido la jefa del primer contingente español de policías españoles destacado en un remoto confín de la Eslavonia Oriental, región de Croacia fronteriza con Serbia y Hungría. "Allí el trabajo no te dejaba tiempo para ver televisión y hay pocas oportunidades de tirar de Visa", señala.María Dolores Pérez ha dirigido a un grupo de seis policías españoles y un guardia civil adscrito a la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) para fiscalizar el trabajo de la policía croata "en temas que afectan al respeto a los derechos humanos y de las minorías étnicas", señala. María Dolores Pérez es catalana, de Lleida, hija de un comisario principal de policía y miembro de la segunda promoción que admitió mujeres en la policía.

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La fragmentación social de Eslavonia Oriental se resume así: el 38% de la población es croata; el 36, serbia; el 16%, húngara; y el 9% pertenece a otras minorías. En este mosaico étnico, y con un fortísimo trasfondo de enfrentamientos seculares, han trabajado María Dolores Pérez y sus siete "chicos" como ella gusta llamar a sus colegas españoles. Su función era acompañar a la policía croata y redactar un informe sobre sus actuaciones para enviarlo a la OSCE. No podían actuar en la investigación, pero en caso de que el informe fuese negativo, el responsable croata recibía una sanción, casi siempre monetaria.

María Dolores lleva algo más de una semana en España y todavía no ha logrado soltar lastre. Todavía tiene su espíritu junto a los compañeros que han quedado en Eslavonia y en el pueblo de Beli-Manastir, en cuya comisaría estaba destinada. Estos días, a raíz de los bombardeos sobre Serbia -"uno de los objetivos alcanzados estaba al otro lado de la frontera donde trabajábamos"- no para de llamar a sus chicos y de recibir llamadas de ellos.

Y como le ha tocado vivir otra realidad, contrariamente al sentir general, esta mujer policía piensa que, al menos en la zona de Croacia que conoce, los papeles están cambiados y cree que los buenos son los serbios, "porque son los débiles sobre los que se ceban los croatas", y que los malos son estos últimos.

En aquella área de los Balcanes, los croatas aplican sobre los serbios una limpieza étnica de baja intensidad. "Es una presión que consiste en pintadas ofensivas en las casas y en los negocios de los serbios para que se vayan; en la rotura de los cristales a pedradas; y en algunos casos en la colocación de bombas en los jardines de sus casas". María Dolores explica que una noche que estaba de guardia estalló una bomba en una peluquería situada delante de su comisaría: "La peluquería era de una mujer serbia casada con un croata". Otras veces es la ocupación de una casa, como cuando un serbio se fue a trabajar por la mañana y cuando regresó encontró su casa ocupada por una familia croata que decía que era suya.

El lunes, María Dolores se reincorporó a su trabajo en Barcelona como jefa del Servicio de Atención a la Mujer de la Policía. El trato con las mujeres que acuden a ella en busca de solución a los malos tratos que sufren no impide que en el primer plano de su pensamiento continúe el sufrimiento que ha visto en los fríos valles de Eslavonia.

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