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El caos se apodera de Asunción y deja 4 manifestantes muertos

Dimisiones en cadena tras el ataque perpetrado por francotiradores

Paraguay aguarda con expectación el juicio político que proseguirá mañana en el Senado para destituir al presidente Raúl Cubas, después de la violenta batalla del viernes por la noche, con al menos cuatro manifestantes muertos y decenas de heridos por disparos de francotiradores, que terminó con la intervención del Ejército. Cubas destituyó al jefe de la policía por no impedir los disparos en medio del caos en Asunción.

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La matanza de jóvenes por supuestos francotiradores próximos al general Lino Oviedo, autor de la intentona golpista de 1996, provocó ayer las dimisiones en cadena de los embajadores en Bolivia, Chile, Francia y la Santa Sede, y del cónsul en Barcelona, Lilian Romero Pereira.El presidente dirigió un mensaje a la nación en el que manifestó que acatará la decisión del Parlamento y agradeció la actuación del Ejército, el sábado, para restablecer el orden en la capital paraguaya. Sus palabras trataban de aplacar los ánimos y las voces que advierten de que el país está al borde la guerra civil.

"La suerte está echada", declaró posteriormente Cubas en su despacho presidencial, al afirmar que los legisladores ya habían decidido su destitución antes del juicio político -"este tribunal es peor que los de la Inquisición y de los regímenes autoritarios", dijo su abogado defensor-, y aseguró que "la comunidad internacional puede estar tranquila", ya que acatará la votación parlamentaria. Calificó de falsos los rumores de un autogolpe de Estado. "El golpe ya está dado, es un golpe político".

Cubas reiteró que el proceso que persigue su destitución "por mal desempeño político" es inconstitucional y está lleno de irregularidades. Aludió a la votación adversa a su persona, por un solo voto, en la Cámara de Diputados, donde, según su versión, varios parlamentarios fueron agredidos y no pudieron acceder a la sala. Subrayó que ha presentado un recurso de amparo ante la Corte Suprema, aunque vaticinó que nada haría cambiar el veredicto del Senado a favor de su destitución. Los graves incidentes del sábado entre detractores y partidarios de Cubas revisten varios puntos oscuros, que las autoridades dicen estar investigando. La presencia de francotiradores, que abrieron fuego contra los manifestantes, y la súbita desaparición del lugar de los hechos de las fuerzas policiales cuando se registraban los más graves incidentes son algunos de los interrogantes. El ministro del Interior, Carlos Cubas, hermano del presidente, aseguró que la policía no obedeció sus órdenes. Finalmente, el despliegue de tropas del Ejército y de carros blindados calmó los ánimos, aunque avivó el temor a una intervención militar.

La actual crisis pone de relieve la fragilidad del sistema democrático paraguayo. Cubas fue el primer mandatario que recibió el poder de un presidente elegido en las urnas después de la larga dictadura del general Alfredo Stroessner. Elegido con el 55% de los votos en las elecciones del pasado mayo como candidato del Partido Colorado, Cubas asumió la presidencia el 15 de agosto. A los tres días, adoptó una trascendental decisión que originó la crisis que le ha llevado hasta las puertas de la destitución: ordenó la liberación de su amigo y valedor Lino César Oviedo, el general retirado que cumplía una condena a 10 años de cárcel por su intentona golpista. Cubas desafió no sólo a sus adversarios políticos, sino a las más altas instituciones del Estado. Cuando la Corte Suprema de Justicia le ordenó la vuelta de Oviedo a la cárcel, el presidente hizo caso omiso y acusó a la institución de "intromisión de atribuciones privativas del Ejecutivo".

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Paralelamente, el nuevo presidente procedió a una amplia purga en los puestos de la Administración y en la cúpula de las Fuerzas Armadas, y nombró a partidarios de Oviedo. Había pocas dudas de que el general retirado se convertía a pasos agigantados en el poder en la sombra. Su carisma de líder populista es incuestionable. Oviedo habla guaraní y se mueve como pez en el agua entre la mayoritaria población campesina de Paraguay.

Paradojas paraguayas, el principal abanderado del juicio político contra el presidente Cubas era su vicepresidente, Luis María Argaña, un peso pesado del Partido Colorado y feroz adversario de Oviedo. El pasado martes, tres individuos que vestían uniformes militares le acribillaron a balazos en pleno centro de Asunción. Era el mayor magnicidio de la historia de Paraguay, si se exceptúa el atentado mortal en 1982 contra Anastasio Somoza, el exdictador nicaragüense cobijado por su amigo Stroessner. La oposición y el Congreso en pleno acusaron a Cubas del asesinato. Otros dedos apuntaban al anterior presidente Juan Carlos Wasmosy, también del todopoderoso Partido Colorado.

Oviedo se presentó voluntariamente esta semana en el despacho del presidente, quien ordenó su detención. El general está en la guarnición de la guardia presidencial, no se sabe exactamente en qué situación.

Ayer, el abogado de Cubas se esforzaba en aportar ante los senadores todo tipo de argumentación para defender al presidente. Entre otros, acusó al predecesor Wasmosy de haber robado más de 6.000 millones de dólares de los fondos públicos. Algunos senadores han denunciado haber recibido ofertas de sobornos de hasta un millón de dólares para votar contra o a favor de Cubas.

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