Una perrita
Un marido (Francisco Vidal) encuentra en el parque a una perrita abandonada y se la lleva a casa. Digo "un marido" y no un hombre simplemente, porque se trata de uno de esos maridos cansados, habituados por veinte años, sin demasiadas ilusiones ya en el hogar y sin ninguna en el trabajo, que desearía abandonar; la esposa (Gloria Muñoz) tiene una situación mejor porque su trabajo es brillante y ascendente. La perrita es una alegría y un amor en la vida del marido. La perrita, como la vemos nosotros, es una muchacha estupenda (Pilar Massa), lo que da lugar al equívoco psicológico: no sólo en el protagonista, sino en nosotros mismos. Naturalmente, la mujer detesta la perra, obliga a que la echen de la casa... Quizá no sean los celos, pero nosotros lo interpretamos así.Es, naturalmente, un poco triste. Un humor, una observación, una narración acerca de lo imposible, de la falta de escapatoria. Y luego, a fin de cuentas, un perro es un perro, sin sexo para nosotros: aunque en este caso sea una chica, qué le vamos a hacer: nadie es perfecto. Los comentarios los ponen tres personajes más que tratan la situación, y que están representados todos por Jesús Castejón: es el toque cómico y divertido para el humor suave. A todos ellos les aplaude el público del Fígaro, tan habitual de este teatro suave y conyugal, y al director que ha resuelto las situaciones.
Sylvia
De A. R. Gurney. Adaptación de Juan José Arteche. Intérpretes: Gloria Muñoz, Francisco Vidal, Jesús Castejón, Pilar Massa. Escenografía y dirección: Josep Costa. Teatro Fígaro.
Babelia
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