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Reportaje:

'Emma, for president'

Bajo el lema de impacto "Por fin, el hombre adecuado", la comisaria europea Bonino pretende alcanzar la presidencia italiana, con una campaña heterodoxa y apoyos extraparlamentarios

Su rostro ocupa casi todo el cartel. Debajo, con letras que entran por los ojos, dice: "Finalmente, l"uomo giusto" ("Por fin, el hombre adecuado"). Sólo que ese hombre es una mujer. Y además diminuta, aunque nadie le discute su coraje fuera de lo común. Se llama Emma Bonino y tiene 51 años. Y lo que ese cartel propone es que sea elegida presidenta de la República Italiana o, más popularmente, que vaya al colle, o sea, a la colina romana en la que surge el imponente palacio del Quirinal, actual residencia del jefe del Estado y antes de papas y de reyes.Miles de carteles como ése han aparecido en los últimos días sobre las paredes de las ciudades de todo el país. "Emma, for president", en inglés, es el otro lema de la campaña. La ha organizado el Partido Radical, el de Marco Pannella, al que ella pertenece desde 1975 y que de golpe ha vuelto a ser protagonista del debate político italiano. Entre otras cosas, porque decenas de personajes famosos, de izquierdas y de derechas, han decidido sumarse a la peculiar campaña presidencial de Emma Bonino, cuya heterodoxia en las formas no es casual, sino muy premeditada. Empezando por la utilización del inglés en el lema. Que, además de llamativa y muy a la moda publicitaria, implica también una propuesta: la de recordar los mejores valores de la democracia estadounidense, que Marco Pannella y Emma Bonino, pero no sólo ellos, creen que pueden renovar la política italiana. Que no sólo está anquilosada, sino que es también la más misógina del continente: en el Parlamento de Roma, sólo hay un 11,4% de mujeres, mientras que en el español son el 19,8%, y en el sueco, más del 40%. Y varones son el 93,6% de los alcaldes italianos.

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De ahí que el juego entre la imagen de la mujer y la función del hombre del cartel esté destinado a tener éxito. Más si la imagen es la de una señora que no ha luchado por los derechos de la mujer sólo de boquilla, sino hasta dar con sus huesos en la cárcel por autodenunciarse, en 1975, de que había abortado. Y que en diciembre pasado, en el discurso con el que agradecía que hubiera sido nombrada europea del año, condensaba así sus ideas feministas: "La diferencia entre los hombres y las mujeres es que éstas nunca han creído que son mejores".

Tal vez por todo eso había tantas mujeres el pasado 5 de marzo en el hotel Ergife, la tradicional sede romana del Partido Radical, en la reunión en la que se constituyó el comité de apoyo a la candidatura y en la que Emma Bonino aceptó el encargo. Otras muchas mandaron su adhesión al autodenominado "comité de los mil", que con ese título hacía un nuevo guiño al imaginario colectivo de los italianos: porque mil fueron los valientes que acompañaron a Garibaldi en la aventura que le llevó a reunificar el país en el siglo pasado. El uso inteligente y sorprendente de la publicidad para hacer política es una virtud que hasta sus más duros rivales reconocen a los radicales.

Entre esas señoras estaban las cantantes Iva Zanicchi y Caterina Caselli, las actrices Katherine Spaak, Claudia Cardinale y Claudia Koll, la científica Rita Levi Montalcini, la cineasta Liliana Cavani, la empresaria Marina Deserti y la modelo Afef, esposa de Mario Tronchetti Provera, el hombre fuerte de la patronal italiana. Luego, a la lista se ha sumado, entre otras, la actriz Franca Rame, esposa de Dario Fo.

Pero también muchos hombres famosos apoyan a Emma Bonino: para empezar, el llamado papa del periodismo italiano, el nonagenario Indro Montanelli, en otro tiempo duramente enfrentado a Pannella. Y los cantantes Franco Battiato y Edoardo Bennato, los cineastas Bernardo Bertolucci y Mino Monicelli, el actor Vittorio Gassman, el editor Sellerio, en cuya casa todo escritor italiano que se precie considera un privilegio publicar. También un patrono de peso: Ernesto Illy, dueño de una de las mayores empresas de café de Italia.Y la publicidad de su firma, así como la del té Twinings, cuya exclusiva de importación tiene Marina Deserti, decoraban, junto a otras, las paredes del salón del hotel Ergife indicando sin ningún recato quiénes habían pagado el acto.

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En él intervinieron dos políticos influyentes: Gianfranco Pasquini, ex comunista y diputado independiente en las listas del partido del primer ministro, D"Alema, y Giulio Tremonti, afiliado al partido de Berlusconi y vicepresidente de la Cámara. También estaba el más popular de los presentadores de la televisión transalpina, Maurizio Costanzo, que desde entonces no deja de pedir, en directo, a los invitados a su programa que se sumen al "Emma, for president", que se ha propuesto conseguir un millón de firmas antes de mediados de mayo, que es cuando previsiblemente habría de elegirse al presidente. Y eso que la cadena de Costanzo pertenece al imperio de Berlusconi, quien terminó muy mal con Pannella, a pesar de que éste, en 1994, apoyó su nombramiento como primer ministro, lo cual no sólo le costó el hundimiento electoral del Partido Radical, sino la enemistad eterna, al menos hasta ahora, de la izquierda.

Pero también el famoso presentador parece haber sido arrastrado por los vientos de transgresión que la candidatura ha desatado en Italia. Más en los ambientes de las élites de distinta índole que en la calle, dicen algunos analistas. Y en un plan demasiado folclórico, añaden. Pero, aunque tuvieran razón, eso ya es algo. O mucho. Porque la transgresión empieza con el objeto mismo de la campaña. Pues mientras no se modifique la Constitución, y en ello están empantanados desde hace dos años los políticos, al presidente de la República lo eligen sólo los parlamentarios y los representantes de las regiones, y no el pueblo. Emma Bonino, como todo ciudadano mayor de 50 años, puede ser la escogida. Pero sólo si obtiene los dos tercios de los votos en la primera vuelta y la mayoría simple en la segunda; es decir, como resultado de un complejo, largo y tan oscuro proceso de intrigas que los italianos lo llaman el cónclave, pues se parece mucho a la elección de un papa. Y, sin embargo, Emma Bonino se ha lanzado otra vez a la calle. Hacer caso omiso de las normas de la política ha sido una de las características del quehacer de los radicales. Para bien y para mal. Lo nuevo es que esta vez muchas personas que nada tienen que ver con ellos han optado por seguirles. Así explica en La Repubblica el fenómeno la veterana y respetada Miriam Maffai, comunista desde los tiempos de Togliatti: "Lo que Pannella y los suyos quieren sacar a la luz, y saldrá a la luz en esta campaña, es la miseria de la política, sus retrasos, sus oscuridades, su incapacidad para hablar a los sentimientos del país". Y Stefano Folli dice en Corriere della Sera: "La candidatura de Bonino es una pesada piedra lanzada sobre las pantanosas aguas de la política romana". Y es que el hartazgo de los políticos realmente existentes ha alcanzado extremos difícilmente igualables en el país que seguramente cuenta con la opinión pública más politizada de Europa.

Miriam Maffai añade: "Por eso, Emma Bonino es el personaje adecuado. No sólo porque es mujer o porque ha sido una buena comisaria europea, sino, sobre todo, porque es mujer de emociones y de pasiones; es decir, un personaje caliente en una escena política que está ocupada por personajes de escaso carisma". Hace años, un periódico francés la llamó "l"enmerdeuse" ("la rompepelotas") cuando acudió al golfo de Vizcaya para terciar en la batalla pesquera entre vascos de uno y otro lado de la frontera. Algo parecido debieron pensar de ella las autoridades británicas cuando decidió dar la batalla contra las vacas locas en nombre de los consumidores europeos. Los talibán no le dijeron nada el pasado septiembre: simplemente la encarcelaron por haber ido a Kabul a defender los derechos de las mujeres afganas.

Es pasional, trabajadora impenitente y tiene una cabeza bien organizada. El viernes convocó una rueda de prensa en Bruselas para comunicar que desde ese día no volvería a hablar de su candidatura presidencial. No sólo porque alguno de sus colegas de la Comisión había criticado sus excesos de vedetismo, sino también porque, a la postre, el "Emma, for president" no es su asunto personal, sino sólo del partido y de las ideas que ella apoya. Lo que algunos analistas no excluyen es que Bonino sea una candidata de verdad cuando la Constitución italiana permita la elección directa del presidente, ni que entonces gane.

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