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Palo y zanahoria para los serbios de Bosnia

La estrategia occidental contra el ultra Poplasen se basa en aislar a los radicales y atraer a los moderados

ENVIADO ESPECIALEl alto representante de la comunidad internacional en Bosnia, Carlos Westendorp, acudió ayer a Banja Luka, capital de la República Srpska (RS, de los serbios), donde se entrevistó, por segunda vez en cuatro días, con dirigentes políticos. La política de la comunidad internacional para superar la crisis en el ente serbio de Bosnia-Herzegovina intenta aislar a los radicales en torno al destituido presidente, el ultranacionalista serbobosnio Nikola Poplasen, y al mismo tiempo atraer a los políticos dispuestos a cooperar.

La comunidad internacional, a través de Westendorp, trata de aplicar una política de palo y zanahoria para la RS: palo a los que se desmanden y boicoteen los acuerdos de Dayton, como Poplasen, y zanahoria, es decir, ayuda en forma de prestaciones económicas y posibilidad de una interpretación favorable del laudo arbitral sobre la zona de Brcko, para los que cooperen con los objetivos de la comunidad internacional. Westendorp intenta hacer comprender a los serbobosnios que más les vale sacar partido de la ayuda que alinearse con las posiciones numantinas de Poplasen y los radicales.

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La, según Westendorp, "pura coincidencia", hace ocho días, de la destitución de Poplasen y la publicación del laudo sobre Brcko sirvió para meter en el mismo saco, al menos por unas horas, a políticos serbobosnios de todas las tendencias. Los que no pueden ver a Poplasen ni en pintura se colocaron a su lado para protestar contra el laudo. En esto coinciden todos los serbobosnios: rechazar, por considerarlo lesivo, el laudo que sitúa esa zona estratégica, que une el sector oriental y occidental de la RS, bajo una administración tripartita y supervisión internacional.

El esfuerzo de Westendorp se orienta a intentar convencer al mayor número posible de políticos serbobosnios de que el laudo sobre Brcko deja abiertas aún muchas posibilidades en su aplicación y que las cosas pueden ponerse peor si se echan al monte. Por añadidura, si se niegan a colaborar, los serbobosnios podrían ver cortado el grifo de la ayuda internacional.

Ayer en Banja Luka, Westendorp se entrevistó con una comisión de la Asamblea Nacional que se ocupa del laudo sobre Brcko. Siguió una reunión con el representante de Serbia en la presidencia colectiva de Bosnia-Herzegovina, Zivko Radisic, del Partido Socialista de la República Srpska (SPRS), hermano del que en la vecina Yugoslavia preside el presidente Slobodan Milosevic. Radisic, un político de la vieja escuela, parece insinuar ya distancia respecto al radicalismo de Poplasen. Su posición resulta de gran importancia para lograr apoyo a un Gobierno en el que Occidente desea ver al frente al socialdemócrata Milorad Dodik, que se ha convertido en la gran esperanza de que pueda seguir la cooperación occidental con el ente serbios de Bosnia-Herzegovina. No faltó en la visita de Westendorp la entrevista con Dodik y la anterior presidenta de la RS, Biljana Plavsic.

Mientras Westendorp veía a esos políticos serbobosnios, el destituido Poplasen ocupaba tan tranquilo sus oficinas presidenciales en el mismo edificio. Se mantiene, por ahora, fiel a la promesa de no renunciar al cargo. No obstante, se advierte de que maniobra hacia el aislamiento. Sus llamamientos apenas han tenido eco. Para el próximo martes se convocan manifestaciones "en defensa de la RS", "por una RS indivisa", "por el Gobierno de salvación nacional" y "por la supervivencia de la RS".

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