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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

En plena carrera

CERCA DE 60.000 ciudadanos catalanes han refrendado en las urnas a Pasqual Maragall como candidato a la presidencia de la Generalitat. Las elecciones primarias convocadas por los socialistas catalanes contaban como única incógnita el nivel de participación y la proporción de ciudadanos sin carné socialista que acudirían a unas urnas por primera vez abiertas a todos. El resultado es bueno para Maragall: depositaron su papeleta más de 15.000 militantes, sobre casi 30.000 censados; unos 13.000 simpatizantes, sobre más de 23.000 censados como tales, y más de 31.000 ciudadanos que consideraron conveniente participar en este acto. La reacción de la coalición en el poder, Convergència i Unió (CiU), que ha descalificado con aspereza estas primarias por poco transparentes, revela la preocupación que está despertando la campaña de Maragall en el entorno del presidente Pujol.CiU lleva gobernando Cataluña 19 años y colaborando con los Gobiernos centrales otros seis, siempre bajo la batuta de su líder indiscutible e indiscutido que es Jordi Pujol, a quien nunca se le ha pasado por la cabeza someter las candidaturas al voto de sus militantes y simpatizantes. En realidad, apenas hace caso de sus propios amigos, como es el caso de su socio de coalición Josep Anton Duran i Lleida, que actualmente tiene asignada la octava plaza de la lista electoral en vez de la segunda, tal como pedía Unió.

Con el arranque de la campaña de Maragall, además, CiU ha preparado una batería de actos y declaraciones destinados a disputarle la iniciativa. La conferencia de Pujol de la pasada semana, en la que pidió más poder para Cataluña, tenía ese objetivo. Pero no hizo falta que llegaran las primarias de Maragall para que el propio Pujol neutralizara el efecto de su solemne declaración; bastaron unas absurdas declaraciones pidiendo cuotas lingüísticas en los discursos del Rey y del Príncipe de Asturias, y luego el aplazamiento de la entrada en vigor del decreto sobre doblaje al catalán, que debía entrar en vigor el 17 de marzo, para que todo el efecto Pujol quedara olvidado.

No les falta razón a quienes achacan a Maragall falta de concreción en su programa, o a quienes piensan que es todavía Pujol quien marca el ritmo de esta larga precampaña. Pero el cansancio con lo demasiado conocido y su falta de respuestas a los problemas reales de los ciudadanos juega contra Pujol. De ahí que se perfile una carrera llena de emoción y de altibajos, en la que nada está decidido y en la que todo va a depender finalmente del temple y de la fuerza de los dos corredores.

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