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Tribuna
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Palmeras

El Ayuntamiento de Barcelona está arreglando, entre otras calles de la ciudad, la mía, y se lo agradezco, porque frente a mi casa va a florecer un espacio peatonal cuajado de palmeras. Hay algo, sin embargo, que adorna mucho más a una metrópoli, que pone palmeras en su alma (y el alma de la ciudad existe: la queremos bien), y es su sensibilidad y su capacidad de compasión. La necedad de la burocracia o la simple ignorancia, o la indiferencia, ponen a menudo trabas a ese otro tipo de desarrollo urbano, menos vistoso pero más importante.Viene esto a cuento porque la Associació Rauxa, formada por voluntarios y dueña de un serio currículo en la ayuda a los demás, ha visto cómo se desmantelaba su labor de cuatro años en el comedor social del barrio del Clot; un lugar en donde tuvo lugar el desarrollo de todo un sistema terapéutico de reinserción laboral para indigentes alcohólicos crónicos de la calle; un trabajo realizado sin ánimo de lucro, que ha obtenido acreditados premios para Rauxa.

Y de repente, zas. El Ayuntamiento ha entregado la gestión del comedor social a una empresa de Madrid que sí tiene ánimo de lucro; y ni siquiera porque el proyecto presentado por Rauxa resultara más caro: simplemente porque la Associació, que hasta el momento proporcionó diariamente a unas 300 personas comida sabrosa y nutritiva, empatía y aproximación a otros indigentes, ni siquiera pudo concursar porque carecía de un papel que numerosos juristas consultados no han considerado estrictamente necesario para este tipo de actividades.

Por si ello fuera poco, la decisión del munícipe y de su equipo técnico ha dejado en la calle a más de 20 trabajadores, ex alcohólicos reinsertados. Trataré de recordar todo esto cuando me embelese demasiado al contemplar mis palmeras.

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