"El valor que importa es la conciencia libre"
Rompedor, combativo, comprometido, desgarrado. Son algunos calificativos con los que se ha definido la obra de El Roto. Andrés Rábago (Madrid, 1947), hoy El Roto, antes OPS, Jonás..., y siempre Rábago, no asume ni reniega de ninguno de ellos -"No me intereso como motivo de reflexión", afirma-. Este pintor e ilustrador, que vive en un aislamiento voluntario desde el que observa y da vida a la realidad sin concesiones, ha recopilado 120 dibujos, publicados durante los últimos dos años en EL PAÍS, en El fogonero del "Titanic" (Temas de Hoy), con prólogo de Miguel Ángel Aguilar. Para El Roto, el valor más importante de su profesión reside en "la conciencia libre".El Roto -que define su obra como "sátira gráfica"- ha seleccionado los dibujos de El fogonero del "Titanic" entre los más de 700 aparecidos en 1997 y 1998 en los cuadernillos que EL PAÍS publica en diversas comunidades autónomas. "He elegido básicamente dibujos de los que estuviese satisfecho, en los que hubiese un equilibrio entre el fondo y la forma", señala. El título y las tres partes del libro -El agua en los salones, La chusma de entrepuente y A nadie le gusta ahogarse- se apoyan en un poema de El hundimiento del "Titanic", de Enzensberger, que incluye al comienzo de la recopilación. "Creo que todos somos de alguna manera ese fogonero, que estamos en las calderas echando carbón, moviendo un barco que no sabemos hacia dónde va, de algún modo somos conciencias ciegas que estamos ahí abajo trabajando y lo que debería ser la conciencia iluminada que nos dirige, pues a lo mejor o es un piloto borracho o un inconsciente".
Tímido y cordial, tiene que hacer un gran esfuerzo cuando le toca hablar de sí mismo -"Yo soy muy mal juez de mí mismo, no tengo una conciencia clara de lo que hago, simplemente me limito a caminar sin pararme a pensar qué pierna muevo antes, dibujo como vivo y no me intereso como motivo de reflexión"-. Metódico, riguroso y demoledor con los poderosos a través de su obra, Andrés Rábago trabaja cada día unas seis o siete horas en su estudio madrileño, con un horario casi siempre fijo, no pisa las redacciones de los medios en los que publica y tampoco ve la televisión. Lee la prensa, toma notas ordenadas que periódicamente selecciona, reflexiona, pinta por la mañana y dibuja por la tarde.
"Mi método es bastante riguroso porque para tener una actividad intensa en dos campos tan complicados como son el dibujo y la pintura tienes que tener un cierto método", dice. "Hay unas ideas que crecen y otras que, por el contrario, languidecen. Yo intento dibujar las ideas que han ido creciendo y abandonar las que han ido languideciendo". Cree que es bueno reunir el trabajo cada dos o tres años y esta recopilación ha intentado que "resuma la situación en un momento determinado, es un libro que pretende ser testimonio de un tiempo".
Respecto a su doble faceta como pintor e ilustrador, para Andrés Rábago "son territorios muy distintos o al menos son niveles distintos de realidad, de experiencia vital. El Roto se mueve en la superficie y Rábago pretende moverse en territorios un poco más del espíritu, más del alma. Después, en los dos hay igual búsqueda, igual intento de llegar al máximo de su capacidad expresiva".
No echa de menos a OPS, aunque le gustaría retomar en algún momento su antigua firma - "Es un tipo de trabajo que me gusta y que tiene una poética que debería desarrollar pero por las circunstancias que sean no encuentro un vehículo adecuado para este tipo de historia"-, y afirma que El Roto no tiene fecha de caducidad: "No pienso en cambiar de identidad. Pasé de OPS a El Roto cuando pasamos de la dictadura a la democracia y creo que mientras exista esa democracia, esa posibilidad de hablar, de decir las cosas con claridad, se mantendrá El Roto y espero que esta situación se prolongue todavía bastante tiempo". Se declara optimista "a largo plazo" -"no creo que las cosas no se puedan modificar, creo que efectivamente saldremos adelante"- aunque sus dibujos y sus textos son a menudo demoledores. "Para saber dónde estamos y para salir de donde estamos tenemos que tener por lo menos la decencia de no tapar u ocultar la realidad, es verdad que vivimos unos momentos en los que casi todo el mundo lo que pretende es falsear o edulcorar o darle una pátina, un barniz a las cosas para que la mierda no huela, ¿no? Yo prefiero saber lo que tengo delante porque creo que eso nos ayuda a comprender mejor nuestra propia situación".
El Roto opina que el trabajo de los ilustradores "está bien valorado". "De lo que no estoy tan seguro es de que estemos en un momento de gran brillantez de calidad de dibujo pero en general creo que se valora bastante este tipo de trabajo". Y alerta sobre una situación que considera preocupante: "Creo que ésta es una profesión en la que no se debería actuar como conciencia alquilada, el dibujante no debe dibujar lo que otros le dictan. Es una tendencia que empieza a proliferar : los ilustradores que dibujan de oficio".
Babelia
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