La Ciudad de los Prodigios
Como era de prever, la construcción en el perímetro fronterizo de Ceuta de una doble valla de alambre destinada a contener el flujo de inmigrantes ilegales procedentes de toda África no ha cumplido sus fines. Ni el corredor de dos metros y medio que la separa ni la carretera de circunvalación patrullada por el Ejército y la Guardia Civil ni la costosa red de cámaras de vídeo, focos halógenos y sensores volumétricos logran frenar la llegada de clandestinos a la antesala del supuesto paraíso europeo. La valla exterior va a ser demolida y será reemplazada por otra, blindada y coronada con alambre espinoso, como la que actualmente "protege" a Melilla.Pero si los efectos "disuasorios" de los nuevos recintos y muros están todavía por ver, el peligro mayor que amenaza a las llamadas plazas de soberanía no viene del mal que se intenta conjurar con ilusorias Líneas Maginot sino de una imparable infiltración del cuerpo social por las redes clandestinas del narcotráfico. A juzgar por lo que puede leerse en la prensa, las mafias, cada vez más florecientes, mueven anualmente en Ceuta más de 300.000 millones de pesetas en actividades ilegales. Según escribe el periodista Miguel González (EL PAÍS, 6-2-99) los narcos "circulan en Mercedes a toda velocidad y visten trajes de Armani. Siempre van rodeados de una legión de guardaespaldas. Se pasean por la ciudad como si fueran sus dueños y tal vez lo son". Con todo, dichos milagros económicos y maravillas financieras, por dignos de admiración que sean, palidecen si son cotejados con los del otro antiguo presidio: la Comunidad Autónoma Melillense.
Si el volumen de las operaciones de compra y venta de divisas en Ceuta durante el año 97 representa el 1,23 % del total nacional, en Melilla alcanza nada menos que el 10,42% de éste, según un informe del Ministerio del Interior, elaborado por especialistas de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado divulgado por el periódico Melilla Hoy (2-9-98). Conforme al mismo, entre las monedas extranjeras objeto de intercambio, destaca la ingente masa de florines holandeses y un "anormal volumen de cambio de coronas danesas y liras italianas", esto es, de las divisas utilizadas tradicionalmente para financiar las operaciones de tráfico de resina de hachís con destino a Amsterdam e Italia.
Las reiteradas acusaciones del senador del PP Aurel Sava comparando a Melilla con Sodoma y Gomorra -un lugar de contrabando de drogas, de carne humana e incluso de armas, "donde no hay ley, donde no hay Constitución y donde el chantaje y el amiguismo son pan de todos los días"-, así como las denuncias cruzadas entre Enrique Palacios, el actual presidente-alcalde de la ciudad, e Ignacio Velázquez, su antecesor en el cargo, en las que se habla de 600.000 millones blanqueados y enviados en parte a cuentas suizas, trazan un panorama inquietante ante el que la clase política española, enviscada en la liga del problema vasco, sigue la táctica del avestruz. Melilla, entre tanto, lleva trazas de convertirse -excúseme Eduardo Mendoza la apropiación del título de su conocida novela- en la auténtica Ciudad de los Prodigios.
El delegado del Gobierno señor Beamud parece no enterarse de nada: ni del robo a mansalva de unos políticos que conciben las funciones públicas como un coto o botín de su exclusiva propiedad y que se reparten entre sí a golpes y dentelladas; ni del origen de las fortunas que permiten a un puñado de émulos de De la Rosa y Roldán construir inmuebles en la Costa del Sol, adquirir vehículos de gran cilindrada, derrochar como Cresos y realizar viajes a las playas "de ensueño" del Caribe, según informa un reciente editorial de Melilla Hoy; ni de las estafas electorales, plenos municipales fraudulentos, tragedias como la anunciada ruptura del depósito de agua de Cabrerizas; ni de la inseguridad ciudadana que impone un tácito y amedrentado toque de queda y transforma el área del puerto en un predio frecuentado por delincuentes y contrabandistas. El señor Beaumud, criatura angélica o extraterrestre -algunos le denominan ya Gulp-, no ve ni oye ni huele ni siente. ¡Melilla progresa a su aire y lo que importa es la explotación del futuro puerto deportivo!
Pero si el delegado del Gobierno no pierde su precioso tiempo en cuestiones tan nimias, se muestra en cambio puntilloso con respecto a otras que ponen de manifiesto su respeto a la ley y altura de miras: por ejemplo, su silencio aprobador del desafuero cometido contra Aomar Mohamedi Dudú -líder del movimiento cívico de los musulmanes melillenses contra la Ley de Extranjería en la década de los ochenta y exiliado después durante 12 años en Marruecos-, a quien se le niega, a su regreso a la ciudad -absuelto de todas las grotescas denuncias judiciales por delito de sedición-, la renovación del Documento Nacional de Identidad por haber sido borrado del padrón por decreto del inefable presidente-alcalde Enrique Palacios. Sin detenerme ahora en la campaña de descrédito, amenazas y linchamiento mediático que le obligó a abandonar su hogar y ciudad nativa, campaña orquestada por hombres de pro como Barrionuevo, Vera, Martín Palacín y el comisario Manuel Céspedes -ese "viejo zorro melillense" gráficamente descrito hace algún tiempo por mi admirado Arturo Pérez Reverte como "un tipo duro, listo, con más mili que el cabo Tres Forcas" y cuyo peculiar comportamiento de "virrey" recuerdan sin ninguna añoranza los musulmanes y demócratas melillenses-, señalaré que dicha denegación no sólo viola los derechos fundamentales de un ciudadano español a quien se le condena a una situación de muerte civil contraria al artículo 24 de nuestra Carta Magna, sino que constituye un gravísimo error político explicable únicamente por la ceguera y avidez de los interesados en perpetuar la behetría reinante en la Ciudad de los Prodigios.
Resulta explicable así que unas perspectivas económicas tan prometedores hayan azuzado los deseos de meter baza en el pringue de caballeros intachables del fuste de Jesús Gil y los próceres del Grupo Independiente Liberal. Como adivinó Gonzalo Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), "nunca nos ha de faltar un Gil que nos persiga" y, buen lector de los clásicos, el alcalde de Marbella y presidente del Atlético de Madrid se ha lanzado desde sus feudos de la Costa del Sol a la conquista de Ceuta, Melilla y La Línea a fin de acrecentar su honra y enhestar su fama. Mientras el hijo del presidente fundador del GIL aspira a transformar a Ceuta en Hong Kong y anuncia su intención de construir un aeropuerto sobre el mar, potenciar el casino y otras muchas maravillas que dan un pasmo, Cris Lozano, un hotelero con negocios en Marbella, esposo, por más señas, de la modelo Jacqueline de la Vega -una de las figuras estelares de ¡Hola! y otras revistas de acrisolado prestigio intelectual y moral-, se presenta como el hombre más idóneo para multiplicar en progresión geométerica los ya increíbles portentos que acaecen en Melilla. Todo Gran Carnaval exige la entronización de su reina, y el de nuestras plazas de soberanía aconseja subir al podio a las candidatas más beneméritas. La lucha deberá ventilarse así entre la ya citada Jacqueline de la Vega y la abnegada defensora de Gil y el GIL, espejo de nobleza y altruismo, Gunilla von Bismarck.
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