Cisma
Los católicos de buena fe son la gente que merece mejores noticias que las que hemos recibido acerca de la intervención vaticana, ante el Gobierno británico, para una resolución favorable en el juicio sobre la extradición de Pinochet. Nada menos compatible con la compasión cristiana, e incluso católica, o laica, hacia ciertos crímenes que nos horrorizan, que esta componenda diplomática que ha estado cociéndose en los pasillos papales, gracias a los oficios del enviado a Roma por el Ministerio de Exteriores (socialista) chileno, Mario Fernández, con la impagable contribución de parte del Opus Dei, institución a la que pertenece quien fuera la primera novia de Carlos de Inglaterra, señora Santa Cruz.Cuando me enteré añoré el cisma que hizo de Inglaterra un lugar en donde es cabeza de su propia Iglesia la señora del sombrero, Isabel II. Y salí al balcón, para espanto de vecinos, y, asomada a la balaustrada modernista, aullé al cielo:
-¡Enriqueeeeeee! ¡Octavooooo! Espero, y ya es esperar, que desde donde se encuentre Enrique VIII, que tuvo en el cine los rasgos de Charles Laughton, y una hija que en la pantalla fue Jean Simmons (La reina virgen), nos eche un capote. Y que los lores, que carecen de antecedentes como defensores de los derechos humanos (y están libres, por supuesto, de sospechas de humana parcialidad), pero no en derecho mercantil, sean anglicanitos puros, y nada obsecuentes con las razones vaticanas.
Por cierto, no sé si saben que la resolución contra lord Hoffman (en la vista contra Pinochet, por tener afinidades con Amnistía Internacional) puede crear jurisprudencia con vistas al Tribunal de Roma para el juicio de crímenes contra la humanidad. Lo cual dejaría el mencionado tribunal en manos de ¿quiénes? ¿Lo adivinan? Justo: aquellos contra los cuales nunca intervendría el Vaticano.
Listillos sí que lo son.
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