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La CIA dirigió la labor de los inspectores de armas de la ONU en Irak

La CIA desempeñó desde el comienzo un papel decisivo en los equipos de inspección del desarme iraquí, Unscom. Así lo afirma el norteamericano Scott Ritter en un libro cuya aparición está siendo zancadilleada por el Pentágono. La complicidad, denunciada por Irak, ya salió a la luz en enero, cuando se supo que el secretario general de la ONU, Kofi Annan, recibió informes sobre cómo la CIA utilizó a los equipos de Unscom para espiar a la cúpula dirigente iraquí.

Endgame, el libro de Ritter cuyo contenido fue anticipado ayer por The New York Times, asegura que la complicidad fue más larga y profunda de lo imaginable. Ritter, en un libro que el Pentágono ha querido revisar y censurar en dos ocasiones, y que la editorial Simon & Schuster desea publicar en abril, afirma que la CIA -Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos- comenzó a colocar agentes en los equipos internacionales de inspección apenas un año después del final de la guerra del Golfo de 1991. Este servicio de inteligencia teledirigió el trabajo de Unscom desde entonces y hasta la expulsión de los inspectores el pasado diciembre, que sirvió de pretexto al presidente de EEUU, Bill Clinton, para desencadenar la Operación Zorro del Desierto en la víspera de su procesamiento por el Congreso.Ex oficial de los servicios secretos de la Marina estadounidense y dirigente de los equipos de Unscom desde 1991 hasta el pasado verano, Ritter desmiente la tesis de su Gobierno según la cual la infiltración de la CIA en Unscom sólo tuvo como objetivo mejorar la calidad del trabajo de los inspectores internacionales que buscaban armas químicas y biológicas escondidas por los iraquíes. Por el contrario, la CIA, siempre según Ritter, usó a los inspectores para los fines propios de la política norteamericana, incluyendo la ejecución de operaciones paramilitares clandestinas. Un intento de golpe de Estado contra Sadam Husein en junio de 1996 coincidió con la presencia en Bagdad de un equipo de inspección que incluía a nueve agentes de la CIA.

El propio Ritter ha sido acusado por Bagdad de ser un agente de la CIA, lo que él niega con vehemencia. En el libro se cuenta que en 1992, un agente de la CIA llamado Moe Dobbs tomó en sus manos el control de Unscom, colocando agentes y organizando la logística de transporte y comunicaciones de los equipos de la ONU. Bajo dirección estadounidense, los trabajos se centraron en vigilar a los líderes iraquíes y a las unidades de la Guardia Republicana.

El escándalo ya estalló el pasado 6 de enero en la ONU, cuando fuentes de la Secretaría General hicieron saber que tenían en su poder informes que demostraban que los inspectores de Unscom, dirigidos por el controvertido australiano Richard Butler, habían sido infiltrados por la CIA y utilizados por EEUU para interceptar y grabar las conversaciones de los dirigentes políticos y militares del régimen de Sadam Husein. El Departamento de Estado norteamericano reconoció que sus servicios de inteligencia "compartieron información y tecnología" con Unscom, pero "con el objetivo de cooperar en la búsqueda de posibles armas de destrucción masiva escondidas por los iraquíes".

La política iraquí de Clinton es criticada en EEUU desde la Operación Zorro del Desierto, que los dirigentes republicanos del Congreso interpretaron como "una cortina de humo" para reafirmar su condición de líder militar y conseguir el aplauso de sus compatriotas en el momento más peligroso para él del caso Lewinsky. En Armas de distracción masiva, un artículo recién publicado en Vanity Fair, Christopher Hitchens aporta elementos que vinculan el bombardeo de Sudán el pasado verano y Zorro del Desierto con las necesidades políticas de Clinton. Desde el final de Zorro del Desierto, EEUU libra en Irak una guerra de baja intensidad. Ayer mismo, dos F-15 arrojaron bombas pesadas contra dos instalaciones militares iraquíes en las proximidades de Mosul, al norte de Bagdad.

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