El Gobierno francés renuncia a la gran reforma del bachillerato que prometió
Los sindicatos de profesores piden la dimisión del titular de Educación
El Gobierno socialista francés no llevará a cabo la gran reforma del bachillerato que prometió hace apenas un año. La reducción de las horas de clase común para todos los alumnos y la potenciación de las lecciones individualizadas para estudiantes con problemas, el desarrollo de programas de "educación cívica" y las propuestas para desarrollar las áreas artísticas, entre otros objetivos, quedarán reducidos a medidas de inferior calado.El ministro de Educación, Claude Allègre, no ha tenido más remedio que ceder ante el alud de críticas que sus propuestas iniciales despertaron entre estudiantes y los sindicatos de profesores, que en su mayoría suelen ser votantes socialistas.
Los críticos le reprocharon pretender inventarse un bachillerato light y de bajo nivel de exigencia académica para permitir un porcentaje aún más alto de aprobados, lo que luego, afirman, se traduce en un primer y segundo año de estudios universitarios catastróficos.
Las líneas generales de la llamada reforma Allègre consistían en una reducción del horario escolar común propiamente dicho para favorecer la aparición de horas de clase "individualizadas", la creación de una "cultura común" que acabase con "la acumulación de saberes" y permitiera la aparición de "elementos constitutivos de un auténtico civismo", y el dar un mayor peso a la "expresión artística".
Clases particulares
Claude Allègre quería limitar las horas de clase semanales a 26 y ofrecer entre tres y nueve horas de clase individualizada a todos los alumnos que las necesitasen. La idea central era evitar que aprobasen el bachillerato "sólo quienes pueden pagarse clases particulares".
El informe elaborado por Philippe Meirieu, presidente de la comisión que elaboró el documento de reforma del bachillerato, afirmó: "El instituto debe ser el remedio de sí mismo". En este sentido, pidió que los centros se hicieran cargo de los muchachos "en dificultades".
La realidad es que el horario escolar seguirá situado alrededor de las 30 horas semanales y que la opción a la ayuda individualizada para alumnos con problemas será de un máximo de dos horas.
Si en primero del equivalente de la ESO se concibe la ayuda en forma de pequeños grupos (ocho jóvenes como máximo), en segundo se quiere que la asistencia sea estrictamente individual.
Allègre y Meirieu pretendían que todas las materias fuesen susceptibles de clases suplementarias, pero la negociación con los únicos sectores sindicales partidarios de reformas ha obligado a circunscribir la medida a matemáticas y francés. "El idioma es básico", afirman algunos profesores, "pues los alumnos extranjeros sólo hablan en francés en la escuela, y en su casa nadie puede ayudarles".
Éste es un problema derivado de la enorme población de origen inmigrante, cuestión que también ha contribuido ha acrecentar las diferencias entre los centros situados en las zonas urbanas ricas y los ubicados en bolsas de pobreza o inmigración.
Los horarios durante los cuales los institutos estarán abiertos también tienen que cambiar para permitir que los centros de documentación e información, es decir, tanto las bibliotecas como los servicios informáticos, estén a la disposición del alumno más allá de las horas de clase.
Para que eso sea posible, el ministro cuenta, sobre todo, con los llamados "empleos jóvenes", es decir, con contratos para gente recién salida del bachillerato.
La "educación cívica", que debía reaparecer dentro de las materias escolares, tendrá una presencia más modesta porque el ministerio aún no ha podido definir su alcance. Se sabe, eso sí, que en el último curso del bachillerato serán los titulares de las cátedras de economía quienes impartan o coordinen la enseñanza de la materia, mientras que en los dos años anteriores la responsabilidad recaerá sobre los profesores de geografía e historia.
La cuestión artística tampoco queda claramente resuelta. El programa elaborado por Meirieu proponía que la educación artística figurase entre "las cinco disciplinas constitutivas de una cultura común". Para ello, se ofrecerían talleres o cursos de expresión artística y se daría a cada instituto la oportunidad de buscarse profesores suplementarios. La realidad ha rebajado la oferta de manera que, más que una enseñanza especial, los institutos acogerán un "servicio de difusión de la cultura".
Financiación cultural
Exactamente en qué consistirá ese "servicio" no está claro, pero sí que el Ministerio de Cultura -y no el de Educación- será el que contribuya a mantener económicamente una serie de actividades.
Los exámenes podrán ser objeto de algunas pequeñas modificaciones en el sentido de favorecer pruebas orales y peculiares de cada centro, para evitar así el "examen nacional escrito e idéntico para todos". Eso permitirá que quienes hayan elegido bachillerato tecnológico escapen a los considerados demasiado duros exámenes de lenguas extranjeras que debe superar el resto del alumnado, ya sea de letras o de ciencias.
Pero también puede hacer posible la aparición de algunas pruebas parciales, anticipadas, que liberarían del examen de matemáticas o física a quienes siguen estudios de letras. De alguna manera, Allègre reintroduciría por esa vía su deseo de un bachillerato menos exigente y mejor adaptado a los deseos y necesidades del alumno.
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