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La popularidad de quita y pon del ministro Claude Allègre

El 8 de enero de 1998, el ministro de Educación francés, Claude Allègre, lanzaba una "consulta nacional" sobre "qué saberes hay que enseñar" en los institutos. Tres millones de cuestionarios fueron repartidos entre los alumnos y dos semanas después comenzó el análisis de las respuestas recibidas, un 65% de los consultados.Desde entonces, desde que Philippe Meirieu se ocupó, al frente de una comisión, de dar coherencia a las demandas, los profesores -de colegio, instituto o de universidad- no han cesado en sus manifestaciones de protesta. Todos están de acuerdo en que la primera reforma, la imprescindible, pasaba por la dimisión o cese del ministro de Educación.

¿Por qué Allègre aglutina las iras de todos, partidarios o contrarios a la reforma? De entrada, no hay que olvidar que el ministro llegó al cargo -la cartera que maneja el mayor presupuesto del Estado francés- como un elefante en una tienda de porcelana.

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El ministro habló en aquel momento de la educación nacional como de un mamut e hizo referencia a una tasa de absentismo escolar del 12% para reclamar medidas contra el profesorado. Y no sólo eso, sino que además ha repetido en varias ocasiones que los enseñantes debían seguir sus cursos de reconversión aprovechando su tiempo de vacaciones o que, si las horas extras estuviesen peor pagadas, seguramente los profesores recurrirían menos a ellas.

En pie de guerra

Todas esas palabras han puesto en pie de guerra a los sindicatos, pero peor aún ha sido el recibimiento que se ha dedicado al proyecto de reforma -que debería aprobarse dentro de nueve días, el 4 de marzo-, ya que no conlleva ni la creación de un gran número de nuevos puestos de trabajo "ni restablece la tasa a la que eran pagadas las horas extraordinarias".

El corporativismo sindical pretende otra gran manifestación para el próximo 20 de marzo, aunque lo cierto es que la tormenta parece amainar. No en vano, Allègre le ha puesto un poco de agua al vino reformista y Lionel Jospin ha salido en defensa de su ministro. "Sus dificultades son las de todo el Gobierno", ha dicho el primer ministro, poniendo así fin a los rumores que aseguraban que iba a destituirlo para librarse de su tenaz impopularidad dentro del sector.

Pero Claude Allègre cuenta con que esa impopularidad gremial no tiene luego traducción política inmediata, ya que la opinión pública sí le sostiene. Pero ese respaldo es volátil y, sobre todo, poco cuantificable cuando se acerca un periodo electoral. No hay que olvidar que los sindicatos de enseñantes forman parte de la base que los socialistas necesitan movilizar en las urnas.

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