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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Shakespeare, vasconavarro

Unos navarros con su boina y su acento que han hecho juramento de castidad, unas francesitas casquivanas que toman el sol en maillot, un español ridículo afectado en su prosa y en su vocabulario, una broma catalana, unas notas de la Internacional y los clásicos enfados y afinidades alternativas de los enredos de amor: así queda, en manos de la excelente directora vasca Helena Pimenta, con el grupo UR, una de las comedias de Shakespeare ligeras y burlonas, Trabajos de amor perdido. No hay una cronología exacta de su repertorio, y en España no ha sido muy representada porque sólo descoyuntándola mucho puede entretener algo.Helena Pimenta la descoyunta mucho, en efecto, y le coloca chistes de actualidad, se refiere a sucesos de nuestro tiempo y lleva las situaciones a pantomimas exageradas. Más vale así. El respeto, en el teatro, donde nunca hubo fidelidad, puede consistir a veces en colocar al público de parte del autor. No hay referencia en el programa a la autora de la adaptación y de las modificaciones: se pueden atribuir.

Trabajos de amor perdido

Autor: William Shakespeare. Intérpretes: Amalia Kuende, Arantxa Ezquerra, Elena Armengod, Félix Pons, Hernán Gené, José María Sánchez, José Tomé, Belén Constenla, Rosa Martínez, Víctor Criado. Escenografía: José Tomé, Susana de Uña, Txema Rivera. Vestuario: Rosa García Andújar. Dirección y dramaturgia: Helena Pimenta. Compañía UR Teatro-Antzerkia. Teatro de la Abadía.

El que llenaba el teatro de la Abadía pareció muy contento con las actualizaciones, más que con el contexto de la obra, y con los alardes de actores y actrices, a veces vertiginosos en la dicción para conseguir un tiempo aceptable de dos horas de representación. Quizá hubiese sido más práctico recortar un texto que, de todas maneras, se iba a alterar continuamente. Ahí fueron todos aplaudidos muy merecidamente, y se escucharon carcajadas, y los rostros estuvieron siempre sonrientes. Mi aburrimiento y mi desgana por esta manera de hacer teatro, tan ingeniosa y llena de gags, debía ser puramente singular.

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