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Tribuna
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Heterodeterminación

Enrique Gil Calvo

En el teatro vasco de operaciones siguen arreciando los gestos retóricos, destinados a torcer la voluntad de los electores más que a persuadirles, coaccionándoles para que admitan la necesidad histórica de una independencia que no desean y en la que no creen. Y por desgracia, los nacionalistas totalitarios mantienen todavía la iniciativa política, obligando a seguir su juego al resto de los actores. Para ello antes mataban, pero no lo hacían para cubrir objetivos militares, sino propagandísticos, ocupando con sus ekintzas todas las primeras planas. Pues bien, hoy continúan con la misma estrategia aunque ya no les convenga matar, tras el fiasco que les supuso el sacrificio ante las cámaras de Miguel Ángel Blanco. De ahí que sus actuales ekintzas sean relativamente incruentas, sin pérdida visible de eficacia retórica.Ahora se limitan a escenificar una política de hechos consumados: Asamblea de Municipios, Josu Ternera a la Comisión de Derechos Humanos, cesión del Parlamento Vasco a la Asamblea kurda, etcétera. Y con esta espectacular huida hacia delante confían lograr el desbordamiento de los contrarios. Ya lo han conseguido con el PNV, cuya opción por el independentismo, que hasta aquí parecía sólo retórica, se está convirtiendo en prácticamente irreversible. Pero todavía queda por saber si este dramático pulso que un puñado de aventureros está echando al resto de la sociedad logrará que socialistas y populares se retiren del campo, cediéndoles el control moral de la comunidad vasca.

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Es preciso reaccionar, y hacerlo con sus mismas armas. Hasta aquí no se podía hacer, pues matar a los asesinos es no sólo un error contraproducente (véanse las secuelas del GAL), sino algo peor todavía: un crimen inadmisible. Pero ahora sí puede hacerse. Como las ekintzas que hoy esgrimen son exclusivamente retóricas, ya se puede combatirlas con idénticas armas. Así que nada de acobardarse. Hay que responder frente a frente a todos y cada uno de sus desafíos, sin dejarse impresionar por los melodramáticos efectos especiales que tan eficazmente diseña su aparato de agitación y propaganda. Es el caso de la cuestión kurda. La trampa está bien buscada, pues, habiendo consenso internacional sobre el derecho a la autodeterminación que asiste al pueblo kurdo, basta con establecer una evidente asociación de ideas entre el irredentismo vasco y el kurdo. La falacia se puede desmontar racionalmente, pero de bien poco sirve, pues la fuerza del argumento reside en un símil metafórico que es invulnerable al análisis lógico. Por lo tanto, hay que contestar con otras metáforas equivalentes, pero de signo contrario. Por ejemplo, aprovechar el gesto kurdo para sugerir que el PNV no sabría ser independiente.

El que a los nacionalistas vascos se les haya ocurrido ceder la sede de su soberanía nacional a un grupo como el PKK demuestra que carecen de sentido del Estado, por lo que no son dignos de adquirir una independencia que no se merecen. Y con ello me refiero no sólo a que no sabrían defender con propiedad la llamada razón de Estado, sino a otra cosa mucho peor, como es la incapacidad que demuestran para defender el Estado de derecho. Éste es mi peor temor, pues los ciudadanos vascos no se merecen caer bajo la tutela de un Gobierno incapaz de evitar su sometimiento al dominio antidemocrático del MLNV, contumaz violador sistemático, como el PKK, de los derechos humanos.

Ésta es la mejor razón para resistir a la secesión vasca. Dado que no es posible oponerse a ella en nombre de la unidad española, porque resultaría una falacia antidemocrática, es preciso recurrir a mejores argumentos. Y ninguno tan convincente como éste: el triunfo de la autodeterminación encubriría una heterodeterminación, entendiéndose por ello la inadmisible reconversión de ciudadanos soberanos, como ahora son los vascos en tanto que miembros igualitarios de un Estado democrático de derecho, a la condición se súbditos sometidos a un régimen despótico, autoritario y excluyente. Pues la disyuntiva real no se da entre españolismo y vasquismo, sino entre libertad y sujeción.

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