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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Del mundo de Virgilio al de Shostakóvich

La naturaleza musical de Pedro Halffter, el joven director hijo de Cristóbal, sigue ciertas características peculiares de la dinastía. La primera, el instinto; la segunda, su fuerte vocación; la tercera, su actitud auténtica y rigurosa frente a la música. Aún podríamos destacar su capacidad de riesgo y una anticipada madurez. Lo ha demostrado, una vez más, en su concierto del lunes con la Sinfónica de Madrid en la Zarzuela.El programa ofrecía un atractivo muy especial ya de entrada: el conocimiento de Pedro Halffter como compositor en un fragmento titulado Paráfrasis basado en el estremecedor "lamento de Dido", de la ópera Dido y Eneas, de Henry Purcell. Esto es: La Eneida, de Virgilio, llevada a la escena lírica a través de una adaptación de Nahum Tate. Me atrae mucho el enfoque de la labor de Halffter, que no busca una "desintegración/reintegración" del tema, como tantos otros, sino una visión misteriosa y envuelta en velos. La melodía no queda exaltada, sino un tanto sumergida en la región grave, como si escucháramos tan importante herencia en la lejanía profunda de la sensibilidad y la historia. Con ello, el "lamento" cobra nueva fisonomía.

Concierto extraordinario

Orquesta Sinfónica de Madrid y coro del teatro. Director: P. Halffter Caro. Solistas: Ana Rodrigo y Lola Casariego. Obras de Purcell / Halffter, Vivaldi y Shostakóvich. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 15 de febrero.

Dirigió Halffter el Gloria de Vivaldi, y lo hizo no sólo con noble detallismo, sino también ahondando en la significación de unos pentagramas de religiosa teatralidad. Cantaron excelentemente dos voces jóvenes y triunfadoras: la soprano Ana Rodrigo y la mezzo Lola Casariego. La visión global y la continuidad de las arias, dúos y coros tuvo claridad, limpio estilo y expresividad sin retórica.

Para final sonó la Sinfonía en fa menor, opus 10, que en 1926 descubriera al mundo la personalidad de Shostakóvich. Salvo algún momento, no se entrevé el apesadumbrado talante que el músico adoptará después. La Sinfónica la tocó con primor y fresca agilidad. También el coro supo traspasar la frontera de su hábito operístico en la obra de Vivaldi, y hubo grandes ovaciones para todos.

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