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Reportaje:

Los gestores privados irrumpen en la escuela estatal británica a pesar de sus mejoras

Los centros se convertirán en empresas escolares para intentar elevar la calidad

Isabel Ferrer

Con un comentario punzante, Chris Woodhead, inspector jefe de las escuelas británicas, ha logrado transformar en mueca la media sonrisa que suelen dedicarle los sindicatos de profesores. "Educarse bien en un centro estatal sigue dependiendo del azar; lo mismo que la lotería", les ha dicho, arropado por su último informe oficial. Antes incluso de que desvelara los nombres de los peores y mejores colegios públicos del Reino Unido, uno de ellos, el King"s Manor, había optado por confiar la gestión a una empresa privada. Le seguirán todos los que accedan a rendir parte de su independencia para evitar el cierre. El Gobierno laborista de Tony Blair apoya el experimento. Sus críticos lamentan que el afán de lucro haya entrado en las aulas por la puerta grande. Woodhead lleva cinco años desempeñando una de las labores más ingratas de la enseñanza, ponerle nota a sus colegas. Consciente de los muchos enemigos que se ha forjado ya, esta vez ha servido las malas noticias en un envoltorio amable. "Sólo un 8% de las clases impartidas en los centros estatales pueden calificarse hoy de malas. En 1995, la mediocridad ascendía casi al 30%. Hemos mejorado mucho", dijo al presentar su evaluación anual.Sin tiempo material para reaccionar, los sindicatos del ramo recibieron a continuación el temido rapapolvo. "La educación estatal sigue siendo poco fiable. Hay 15.000 profesores incompetentes, un 3% en primaria y un 5% en secundaria". Según él, los responsables del desastre son tres y sus culpas están muy claras.

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En primer lugar, los directores de las escuelas que ignoran lo que ocurre en las aulas. Para el inspector, sólo merecen el calificativo de "incompetentes". Las autoridades locales de las que dependen dichas escuelas fallidas demuestran su incapacidad para garantizar la educación de los menores de su demarcación. En cuanto a los maestros, están poco preparados, sobre todo en las zonas deprimidas. "Se ha hecho un gran esfuerzo, pero la brecha entre los centros buenos y los malos sigue siendo enorme", en palabras de Woodhead.

Para los padres, las consecuencias de todo ello son a veces tremendas. Aunque es ilegal, muchas familias hacen suya la dirección de un pariente o un amigo, que vive en un barrio más elegante, para inscribir a los hijos en el centro adecuado. Cuando queda lejos son capaces hasta de mudarse. El resto está a merced de la denominada "área de influencia". En otras palabras, acaba llevando a la prole a la escuela del barrio, cualquiera que sea su reputación.

La llamada de auxilio a los gestores privados trata precisamente de mejorar dichos centros, con una calidad docente muy por debajo de la media nacional. El King"s Manor, un instituto del condado de Surrey, estaba abocado al cierre cuando llegó la salvación. Tres empresas pujaron en la subasta organizada por las autoridades locales y ganó el brazo comercial de un instituto tecnológico.

Es la primera vez que la educación estatal será gestionada por una firma que obtendrá con ello beneficios. Sus representantes han subrayado que todo será invertido en el colegio. Los sindicatos no lo creen. Doug McAvoy, secretario general de la Unión Nacional de Profesores, sostiene que los accionistas, y no los alumnos, se llenarán los bolsillos a la larga. "Es una pena que el dinero del contribuyente sirva para esto", ha lamentado.

El ensayo, sin embargo, cuenta con el apoyo directo del Gobierno laborista. El King"s Manor, con 900 alumnos, cerrará en breve para abrir con otro nombre el próximo año, con un programa centrado en la formación profesional. Otras escuelas seguirán su ejemplo en breve animadas por el ministerio de Educación, que niega cualquier intento de privatización de la enseñanza estatal.

Los sindicatos temen que la búsqueda de buenos resultados, y las ganancias que ello conlleva, sean obtenidas a costa de seleccionar al alumnado. Una criba fomentada por las tablas de excelencia, el control de calidad de la enseñanza pública rechazado por la mayoría de los profesores.

Introducida por el anterior Gobierno conservador, la lista de centros de primaria y secundaria aparece una vez al año en los diarios. En teoría, debe servir para ayudar a las familias a que escojan el lugar perfecto para sus hijos. Los laboristas han hecho suyo el ejercicio con algunos matices -se tiene en cuenta el esfuerzo realizado por los peor clasificados- pero a los docentes sigue sin gustarles. El propio Doug McAvoy lo califica de "desastre y origen de los experimentos posteriores".

En cambio, para las firmas dispuestas a gestionar las escuelas públicas fallidas, su irrupción en el despacho del director promete ser un éxito. "Dentro de cinco años habrá por lo menos 200 centros de esta clase en manos de gestores privados", ha vaticinado una de ellas, Nord Anglia Education, que no logró hacerse con el King"s Manor. Deseosos de encontrar un buen colegio cerca de casa, los padres, al menos en Surrey, confían en que los nuevos administradores transformen un lugar donde sólo un 20% del alumnado lograba aprobar.

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