Aznar-Borrell
EL CONSENSO para la pacificación del País Vasco entre el Gobierno y el PSOE parece asegurado en lo fundamental. Reforzado por ese apoyo, el Ejecutivo deberá ahora ser más exigente con los nacionalistas vascos, lanzados a una dinámica aparentemente incontrolada de deslegitimación de la autonomía y desestabilización de las instituciones. Ésas parecen ser las principales conclusiones del encuentro de ayer entre Aznar y Borrell, nueve meses después de la elección del segundo como candidato a la presidencia. El problema vasco está siendo en este final de siglo tan determinante de la política española como lo fue el catalán en el primer tercio. Es lógico que los dos grandes partidos nacionales, que agrupan tres cuartas partes de los votos, se pongan de acuerdo en los ejes de su política sobre esta cuestión. La entrevista sirvió para hacer explícito el acuerdo del PSOE con los principios enunciados por el Gobierno sobre la consolidación de las perspectivas abiertas por la tregua de ETA: no puede haber contrapartidas políticas por la paz; y cualquier pacto para afianzar el proceso e integrar a los sectores antisistema deberá producirse en el marco de la Constitución y el estatuto.
No es ocioso que los dos únicos partidos con posibilidades realistas de gobernar reafirmen expresamente ese acuerdo frente a la confusión sembrada por los nacionalistas. Éstos sostienen, de un lado, que la renuncia a la violencia por parte de ETA es irreversible, lo que justifica su acuerdo de gobernabilidad con EH, y de otro, que no es definitiva, por lo que urge que el Gobierno ofrezca contrapartidas políticas por el abandono de las armas.
Borrell sugirió llevar al Parlamento el debate sobre la pacificación, para recuperar la iniciativa que ahora tienen los del Pacto de Lizarra. Puede ser una iniciativa interesante, pero lo más urgente es ahora que Aznar, reforzado por el apoyo del PSOE, se muestre más exigente con su aliado Arzalluz. Ya no es posible mantener esa división de tareas entre el ministro Mayor Oreja en papel de malo y Aznar (o Cascos) en función de bueno. Existe la impresión de que el pacto PP-PNV ha sido bastante asimétrico: no ha obligado a los nacionalistas a poner nada para favorecer el consenso. Aznar debería aprovechar que es ya casi el único político no nacionalista que no ha roto relaciones con Arzalluz para exigirle que no siga tensando la cuerda.
Borrell expresó su apoyo a las posiciones españolas respecto a los fondos de cohesión, aunque no dejó de deslizar el mensaje de que los Gobiernos europeos "no quieren pagar las rebajas fiscales". También propuso un acuerdo sobre financiación autonómica antes de la constitución del siguiente Gobierno. Una sugerencia generosa y de gran calado que su anfitrión no supo apreciar, según se desprende de los comentarios de Piqué.
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