Emotivo reencuentro con Carlos Álvarez
Fue una noche emotiva. El barítono Carlos Álvarez, 32 años, triunfador en los grandes escenarios del mundo, desde el Festival de Salzburgo hasta la Ópera de Viena, se reencontraba con sus raíces, con el personaje de Joaquín en La del manojo de rosas de Pablo Sorozábal, con el que debutó en el Teatro de La Zarzuela hace nueve años. No fue, evidentemente, un retorno a la patria, como el de Ulises, porque Carlos Álvarez ha asimilado los éxitos manteniendo los pies en la tierra o, dicho de otra forma, nunca ha perdido la vinculación con su país. Cuando cantó ayer la romanza Madrileña bonita, el teatro se venía abajo de aclamaciones. Era conmovedor ver el homenaje espontáneo, el abrazo de un artista ahora en plenitud musical y teatral, con un público entregado que le ha visto crecer paso a paso. Carlos Álvarez tuvo una de las noches más hermosas de su carrera, pero también Emilio Sagi al reponer el que quizá sea su trabajo magistral hasta el momento en la dirección de escena, dando a la obra de Sorozábal un aire de comedia musical y de revista, que la agiliza y la moderniza hasta límites insospechados. Impecable la escenografía realista de Gerardo Trotti y muy inspirados los figurines belle epoque de Alfonso Barajas.
Luis Remartínez dirigió con temperamento a la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Lució su comicidad Luis Varela como Espasa y sacó su garra zarzuelera Milagros Martín como Ascensión. La noche era de fiesta y a ello contribuyó toda la compañía. La zarzuela, ese género tantas veces denostado por insuficiencias interpretativas, vivió una jornada de gloria.
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