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El Museo Romántico de Madrid expone 13 obras de Delacroix

Las colecciones españolas no tienen ningún cuadro del artista francés

El Museo Romántico de Madrid (San Mateo, 13) presenta una exposición de 13 dibujos y óleos del pintor francés Eugène Delacroix (1798-1863), de quien no existe ningún cuadro en las colecciones españolas. Los bocetos, procedentes del Museo de Bellas Artes de Lille, se exponen por primera vez en Madrid gracias a un intercambio entre los dos museos, al incorporar el de Lille a su muestra de Goya el cuadro San Gregorio Magno.

La directora del Museo Romántico, Begoña Torres, hubiera preferido presentar el cuadro Medea, que el Museo de Lille conserva en la primera de sus tres versiones, junto a los bocetos preparatorios del cuadro, pero al negarse el museo se han seleccionado algunos ejemplos de dibujos y bocetos agrupados por temas religiosos, mitológicos, históricos, naturalistas y de animales. La intención de la muestra, según Begoña Torres, comisaria de esta exposición, es poder seguir el sistema de trabajo meticuloso y metódico de Eugène Delacroix, que solía hacer numerosos cambios en las figuras y en la composición antes de fijarla en la composición definitiva de la tela. Esto rompe con la idea del artista romántico que suele ser definido por un estilo dominado por la pasión, el dinamismo y la imaginación.

Reelaboración

"Delacroix reelaboraba constantemente temas y materiales de sus cuadros más antiguos, creando diversas versiones de los mismos, lo que nos ofrece una visión de la evolución de su estilo, a través de los cambios y perfeccionamientos que introducía en la construcción de la forma y el tratamiento del color", explica Torres. La comisaria destaca entre las obras expuestas en Madrid los bocetos, a lápiz y al óleo, para su cuadro de Medea, el óleo sobre papel de un ramo de flores campestres y el estudio a la acuarela de una garza gris, que confirma el interés del pintor por todas las especies animales (reptiles, ratones) y no sólo por las grandes fieras felinas y los caballos, habituales en su obra. "Es uno de esos pintores que comprenden las cosas a base de dibujarlas una y mil veces, tomando constantes apuntes de las ideas que surgen en su cerebro o de los motivos que ve al natural", afirma Torres.

Eugène Delacroix fue no sólo uno de los grandes genios de la pintura francesa, sino el máximo exponente del movimiento romántico. Su herencia artística es fundamental para la historia de la pintura, al poner en valor el color, el empaste y la textura. Delacroix arrasó en el panorama del arte del ochocientos con una inusitada fuerza, que rompió en su momento con todos los esquemas preestablecidos, preparando el camino para las posteriores renovaciones pictóricas.

A pesar de ser el blanco de muchas críticas en su momento, Delacroix fue un verdadero símbolo y un revolucionario en su época. A su llegada, el panorama artístico estaba dominado por un pintor, Jacques Louis David, principal representante del academicismo neoclásico, cuyas máximas fundamentales oponían la razón frente al sentimiento y la forma plástica y el dibujo frente a la fuerza del color. Con el movimiento romántico las leyes de la razón fueron derribadas y sustituidas por la sensibilidad, el sentimiento y la imaginación. Aunque Delacroix se rebeló contra la Academia, nunca renegó de su influencia y de la gran tradición de la pintura.

La exposición llega a nuestro país al final del bicentenario del nacimiento de Delacroix, que pasó sin otras celebraciones. La única exposición en España se celebró en 1988 en el palacio de Villahermosa, hoy Museo Thyssen y en aquella época del Museo del Prado.

La producción pictórica de Delacroix abarca 850 pinturas -están en museos de Francia y Estados Unidos-, gran número de acuarelas y litografías, miles de dibujos y 60 cuadernos.

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