Los avatares de un monumento itinerante
Los avatares de un artilugio itinerante podría ser un buen título para resumir el camino que ha seguido la Esfera Armilar, un monumento móvil de 92 metros de altura y 80 de diámetro que representa a la tierra, los planetas y las constelaciones cuyo destino sufrió la semana pasada su penúltimo cambio. El Ayuntamiento de Valencia, a instancias del Gobierno municipal popular, anunció la decisión de encargar la redacción del proyecto y comprar los derechos de la propiedad intelectual de la esfera a los autores del diseño, el escultor Rafael Trénor y el ingeniero José Antonio Fernández Ordóñez por 270 millones de pesetas. Hasta entonces, el futuro de la esfera parecía estar en el Parque de Cabecera. La promotora Nou Campanar acordó el julio pasado construir el monumento en el parque proyectado a cambio de que el Ayuntamiento liberara 28.000 metros cuadrados, sin que mediara concurso público o plazo alguno. A finales de la década de 1980 nadie podía imaginar que la esfera pudiera acabar en Valencia. En principio, fue diseñada para ocupar un lugar destacado en la isla de la Cartuja, el lugar donde se celebró la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Sin embargo, al poco, puso rumbo a Madrid. La sociedad estatal Quinto Centenario y la cooperativa Promoción Social de la Vivienda (PSV), vinculada al sindicato UGT, se hicieron con ella y en febrero de 1990 anunciaron una inversión conjunta de más de 6.000 millones de pesetas para construirla, con la participación de patrocinadores privados. La intención de los promotores era erigir "un monumento emblemático" que conmemorara en Madrid el quinto centenario del descubrimiento de América. El destino elegido fue un solar del distrito madrileño de Moratalaz que PSV se disponía a urbanizar junto a la Comunidad de Madrid, la Cooperativa d Viviendas para Trabajadores -afiliada al sindicato Comisiones Obreras- y la Sociedad General de la Vivienda. En plena preparación de los fastos de 1992, la Guerra del Golfo se cruzó en el camino de la descomunal esfera de acero. La sociedad estatal Quinto Centenario se descolgó del proyecto y retiró en octubre de 1990 el apoyo previsto -de 2.000 millones de pesetas- debido a los gastos derivados de la intervención del ejército español en la guerra contra Irak. Pese a ello, Carlos Sotos, gerente de la cooperativa de UGT, prometió seguir con el proyecto, ajeno al futuro que se cernía sobre él y la cooperativa PSV. Llegó incluso a colocar la primera piedra de la esfera armilar el 17 de junio 1991 , en un acto al que acudieron Nicolás Redondo, entonces secretario general de la UGT y Fernández Ordóñez. La alegría duró poco más de seis meses. La PVS afirmó que estaba "reestudiando el proyecto" para priorizar la construcción de viviendas sociales. Como muy pronto, se dijo, las obras estarán concluidas en 1994. En febrero de 1994 la juez Teresa Palacios intervenía la cooperativa de viviendas y ponía fin a la aventura madrileña de la esfera. Sotos ingresaba en prisión con una de las fianzas más altas jamás impuestas. 68.000 millones de pesetas. La decisión tomada recientemente por la alcaldía valenciana deja en el aire la ubicación definitiva de la esfera, una situación a la que debe estar acostumbrada.
Zaplana, la esfera y la torre de comunicaciones
Fue el presidente de la Generalitat Valenciana, Eduardo Zaplana, quien descubrió el presunto atractivo de la colosal estructura esférica y él primero que mostró interés en acercar el monumento circular a las tierras valencianas. En abril de 1997 Zaplana acudió a una exposición celebrada en L"Almodí de Valencia en la que se mostraba la maqueta. Rafael Trénor explicó presencialmente el movimiento del proyecto y su significado. El dirigente del ejecutivo Valenciano afirmó que la Generalitat tenía "interés" en el proyecto pero eludió tratar el espinoso tema de su ubicación ni el, probablemente más complejo, de las formas de financiar los más de 6.000 millones de pesetas de su coste. No era la primera vez que se le relacionaba con Valencia. Antes ya se había barajado la idea de plantar la esfera armilar en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, como alternatica a la descartada torre de comunicaciones diseñada por Santiago Calatrava. Finalmente, la Generalitat se desmarcó del proyecto y el ayuntamiento dirigido por Rita Barberá apostó por la idea de Trénor y Fernández Ordóñez. Una proyecto que llegó a orillas del Medirterráneo despojado de la carga conmemorativa con la que nació.
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