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EL ADIÓS DEL REY HUSSEIN

Hussein regresó por miedo a un golpe

El rey de Jordania acusó a su hermano Hasán de poner al país al borde de una intervención

El rey Hussein ha querido hacer un nuevo testamento político, en lo que ya parece la agonía de su reinado, dejando la sucesión lo mejor arreglada posible, aunque difícilmente a gusto de todos. En los seis días que el monarca ha pasado en Ammán ha sofocado lo que podría haber sido un intento de golpe de Estado militar; despojado a su hermano Hasán de lo que ya creía segura corona sobre su cabeza, y nombrado a su primogénito, Abdalá, que ayer cumplió 37 años, heredero del trono de Jordania. Tras ese intento de cerrar el conflicto dinástico, Hussein ha vuelto a la clínica Mayo, en Rochester, Minnesota, en la que ha combatido durante los últimos seis meses un devastador cáncer linfático. "Trató de fragmentar y politizar el Ejército, por lo que me vi obligado a intervenir, interrumpiendo mi estancia en un hospital de Estados Unidos, y servirme de mis atribuciones como comandante supremo de las Fuerzas Armadas para impedir que se tomaran decisiones gravemente equivocadas, que el problema derivara en un ajuste de cuentas personales y que [Hasán] prescindiera del servicio de personas leales y bien cualificadas". En estos términos, a través de una carta manuscrita de 6 folios escritos por las dos caras, explica Hussein -de 63 años y 47 de reinado como sucesor de su padre, Talal, al que se declaró incapacitado por desarreglos mentales en 1952- las razones por las que la semana pasada decidió destituir a Hasán y cambiar el orden de sucesión en favor de Abdalá.La revocación de los títulos de heredero y regente que desde 1965 ostentaba el príncipe Hasán ponen punto final a más de tres décadas de servicio a la Corona, y, sobre todo, a los últimos seis meses, en los que, por la ausencia del soberano, ha ejercido las veces de jefe del Estado, no ya provisional, sino definitivo, casi como si no contara con el regreso de su hermano. El contenido de la fulminante misiva real, de la que se deduce en su alusión a las Fuerzas Armadas que éstas podían haber pretendido tomar el poder por culpa de Hasán, se ha ido filtrando estos últimos días. En ella el soberano formula acusaciones directísimas y de una gravedad que llega a lo personal, como cuando dice: "Has herido a mi familia con insinuaciones difamatorias, y me refiero con ello a mi mujer y a mis hijos". En la desesperación de no saber si podría sobreponerse al mal que lo destruye, Hussein escribió los últimos folios con una letra cada vez más diminuta y temblorosa, buscando razones para explicar su actitud de hermano mayor y de monarca con el aún regente y heredero.

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El rey, que se ha casado cuatro veces, se refería al hablar de su esposa a la reina Noor (Luz en árabe), la norteamericano-libanesa de origen druso, convertida al islam suní para matrimoniar con Hussein. La soberana consorte, de soltera Lisa Halaby, fue educada en Estados Unidos, apenas chapurrea el árabe y le ha dado al rey cuatro hijos, dos varones y dos hembras, de los que era universalmente conocido que promocionaba al mayor, Hamzeh, de 18 años, como príncipe heredero.

Hussein contrajo su primer matrimonio con la egipcia Dina Abdel Hamid en 1955, con quien tuvo sólo una hija, la princesa Alia, y de quien se divorció en 1956, al parecer para asegurar la descendencia de varones. En 1961 se casó, sólo por amor, con la británica Antoinette Gardiner, que tomó el nombre árabe de Muna al Hussein (La Delicia de Hussein), pero no está claro que realmente se convirtiera al islamismo. Con ella tuvo también dos varones y dos hembras -gemelas-, de los que el nuevo heredero, Abdalá, es el mayor. Divorciado en 1972, contrajo matrimonio ese mismo año con Alia Baha Edin Tukan, muerta en accidente de helicóptero en 1977, con quien ha tenido un hijo y una hija, a lo que hay que sumar la adopción en 1975 de una niña.Finalmente, Hussein se casó visiblemente enamorado con Noor, ex azafata de Pan-Am, en 1980, madre de Hamzeh y Hashem, hombres, e Iman y Raiyah, mujeres.

Todo quedó escrito. Hasán ni siquiera trató de defenderse. Por un instante quiso levantarse de la mesa tras leer la carta para abandonar el salón de palacio, donde había permanecido siete horas a solas con su hermano. Las acusaciones de Hussein le habían incomodado de tal manera que llegó a insinuar que se le permitiera elegir el camino del exilio, para no regresar nunca más a Jordania. La idea fue rechazada tajantemente por el soberano, quien, alegando razones de Estado, le exigió que siguiera, aunque sin empleo conocido, en el país. Pero el restablecimiento de la concordia palaciega pedía que se representara un último acto: que Abdalá y Hasán se abrazaran de manera tan efusiva y teatral como suele hacerse en el expresivo mundo de la realeza y de la política árabes. Hussein, que había ordenado momentos antes a su primogénito que entrara en la sala para sellar con un apretón de manos a Hasán un doble pacto de lealtad y silencio, creyó que había llegado el momento de hacer venir a las cámaras de la televisión para que mostraran tan simbólica estampa al pueblo.

Sólo entonces el príncipe desheredado pudo abandonar palacio, embargado por un profundo sentimiento de tristeza. Su sobrino le había jubilado de un portazo de la nómina de los grandes nombramientos reales, tras 34 años de servicios hasta entonces presuntamente irreprochables.

Las humillaciones, sin embargo, no habían hecho más que empezar; a partir de ese momento iba a atropellarse sobre sus espaldas la responsabilidad de todos los errores, despistes y desgracias acaecidos en el país durante los últimos seis meses. Como una catarsis, en los corredores del poder jordano, en los salones de las cancillerías de Ammán, y en las antecámaras de todo el mundo árabe comenzaba a difundirse la especie no sólo de que Hasán había puesto al país al borde del golpe de Estado, sino de que era el culpable de la contaminación de las aguas del servicio público de la capital, que asfixió de sed a gran parte de su millón largo de habitantes el pasado verano; del escándalo ocasionado por la manipulación de las cifras sobre el crecimiento económico de Jordania en 1995 y 1996 -un alza fraudulenta del 3% a más del 5%-, lo que provocó la histeria de medios financieros y el recelo del Fondo Monetario Internacional; e incluso, finalmente, del enfriamiento de las relaciones con Estados Unidos, que se negaba desde hace meses a incrementar la ayuda militar al país.

Washington viene suministrando desde hace más de 20 años ayuda económica y militar a Jordania, que en los últimos tiempos ascendía a unos 225 millones de dólares (32.000 millones de pesetas) anuales. La secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, mostraba, por su parte, el jueves pasado cuánto complacía a la Casa Blanca el relevo de Ammán, anunciando una ayuda adicional por valor de 200 millones de dólares, a enjugar con la entrega de material de guerra usado.

"Las recriminaciones de mal gobierno recaídas ahora súbitamente sobre el príncipe Hasán son injustas. Todos parecen olvidar que el ex regente ha venido en estos últimos años jugando un papel importante en el proceso de paz con Israel. Fue él quien asesoró a Hussein sobre el tratado de paz que firmó Jordania

con su vecino israelí en 1994. Y también fue Hasán quien desactivó la crisis entre los servicios secretos de Ammán y Tel Aviv, cuando en septiembre de 1997 los hombres del servicio secreto sionista, el Mosad, trataron de asesinar en la capital jordana a Jaled Mishal, líder de la organización integrista palestina Hamás. Y ha sido de nuevo el príncipe y hermano el que ha impedido durante estos meses que Jordania se convierta en santuario de los radicales palestinos en sus ataques contra Israel", se recuerda en las cancillerías europeas de Ammán. "Todo eso no son más que excusas", se oye decir en los mejores salones de la capital en tono secreto, mientras se escrutan las verdaderas razones de la decapitación fraternal. La inexpresividad de palacio permite cualquier clase de conjeturas, pero en lo que coinciden todas las versiones es en apuntar a Noor y Abdalá como urdidores de un compló para matar políticamente al regente. La reina Noor ha estado los últimos seis meses imantada al lecho del dolor en la clínica de Rochester. Ha sido testigo excepcional de las abruptas sesiones de quimioterapia que, al menos, han prolongado la vida de su real esposo, así como, quizás, también instigadora de las decisiones fraguadas en esa habitación de paredes blancas donde yacía valeroso el combativo soberano de Jordania."No es difícil imaginarse los sentimientos de la reina, cuando en agosto Hussein decidió otorgar poderes excepcionales a su hermano para que destituyera al primer ministro Abdul Salam Mayali y formara un nuevo Gabinete con Fayez Tarawane a la cabeza, frenando así la cólera popular que en Ammán había provocado la ruina del servicio de agua potable. ¿Cómo podía sentirse viendo a su esposo rendir cada vez mayores parcelas de poder al hermano, mientras se olvidaba de Hamzeh, su primogénito?", dice la voz de la diplomacia mejor informada de Ammán.

La posibilidad de que el hijo de Noor apareciera en la línea de sucesión inmediatamente después de Hassán ya había sido sugerida públicamente en noviembre de 1997, cuando Hussein se reunió con el príncipe heredero y su otro hermano, Mohamed, para discutir el futuro de la dinastía. Hamzeh tenía entonces sólo 17 años y comenzaba sus estudios en la academia militar británica de Sandhurst, como hizo en su día el propio rey. Y a Hasán no le quedó más remedio que retirar en esa reunión la candidatura de su hijo Rashid, de 21 años, primogénito de su matrimonio con la princesa paquistaní Sarvath. Hasta 1965, el sucesor designado había sido Abdalá, que entonces casi andaba aún a gatas. Pero ese año se enmendó la Constitución, que establecía una línea hereditaria de padres a hijos en la primogenitura, para designar al hermano de Hussein como príncipe heredero por la inestabilidad de unos tiempos en los que el presidente egipcio Naser seducía para la agitación anti-hachemí a la población palestina, mayoritaria en el reino. No se establecía, sin embargo, quién debía suceder al sucesor, si el hijo mayor de éste o el de Hussein, volviendo, no obstante, en ambos casos a la patrilinealidad interrumpida.

El nombre de Hamzeh había sido consensuado con los notables del régimen, jefes de tribu, militares y políticos en unas interminables y secretas negociaciones que dirigió personalmente el propio rey. Pero ni así Hamzeh pudo obtener oficialmente el augusto legado, para mayor desasosiego de su madre.

La inquietud de Noor sólo ha sido comparable a la del mismo Abdalá, quien, pese a todo, ha recibido una formación que en Jordania se considera la indicada para el trono. Ha hecho estudios militares, siempre en Sandhurst, y en Fort Knox, EE UU; ha cursado una licenciatura en política internacional en Oxford, donde su tesis de graduación versaba sobre el conflicto árabe-israelí, y parece que en ella comprendía las represalias israelíes contra los atentados palestinos. Pero es, sobre todo, el mando que ejerce como joven general sobre una unidad de élite lo que anunciaba que algún día podría reaparecer como candidato al trono.

Abdalá ha heredado la afición de su padre por los coches rápidos y las mujeres llamativas, y su matrimonio con la bellísima palestina de Tulkarem Rania Yasin le da buena imagen ante esa parte de su pueblo. Su esposa es hija de refugiados por partida doble, porque sus padres tuvieron que huir de Cisjordania cuando la invasión israelí de 1967, y de Kuwait en 1991, debido a la expulsión de todos los palestinos por el apoyo que la OLP había dado al líder iraquí, Sadam Husein, en la guerra del Golfo. Hay otros factores que no son tan positivos, como es que hable sólo el árabe coloquial de Ammán y no el clásico, lo que puede causar problemas de comprensión con otros líderes del mundo árabe.

La madre de Abdalá, Muna, prefirió, por añadidura, no volver a Inglaterra al dejar de ser reina y vive en Ammán, donde es seguro que no ha dejado de batallar por los derechos de sus hijos; eso la ha puesto siempre en la lista negra de Noor, a lo que hay que añadir que Hussein, encima, no ha dejado nunca de estar en las mejores relaciones con su antiguo amor británico. Aseguran medios políticos consultados por EL PAÍS que en el contrato no escrito entre Hussein y Abdalá, en el que se le nombra heredero, se ha incluido el acuerdo de caballeros de que Hamzeh será un día el sucesor del primogénito del maltrecho monarca. El círculo se ha cerrado. Ahora Hasán ya sólo es historia.

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