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Reportaje:

Todos a la guerra

Tanto el Ejército de Angola como UNITA reclutan jóvenes masivamente

ENVIADO ESPECIALEl Ejército angoleño está realizando un registro masivo de los jóvenes de 18, 19 y 20 años para su inmediato alistamiento en las Fuerzas Armadas y su posterior envío al frente de guerra. Aquellos que sean descubiertos sin su cartilla militar incurrirán en un delito contra el Estado y serán trasladados de forma inmediata a las primeras líneas de batalla. Por su parte, la guerrilla de la Unión para la Independencia Total de Angola (UNITA) está también reclutando jóvenes y menores para una guerra que se prevé abierta, larga y sin cuartel.

Una vez más, la interminable guerra de Angola volverá a exigir el sacrificio de centenares de jóvenes que, sin otra alternativa, deberán integrarse en alguno de los frentes que desde hace casi 30 años combaten con excepcionales períodos de tregua. A todos estos jóvenes que deambulan por las calles de Luanda, o en los campos del interior, desempleados en su mayoría y sin la más mínima expectativa de futuro, les espera un destino incierto y probablemente dramático.

La orden del Ejército es irrevocable. Todos los nacidos entre 1979 y 1981 deberán inscribirse en los registros de cada municipio antes del próximo día 27. Este nuevo censo militar, que no se realizaba desde los enfrentamientos de 1992, tiene como objetivo el reclutamiento preventivo de todos los jóvenes. Los mayores serán los primeros que integren las filas armadas. Y, para evitar las fugas, el Ejército ya ha anunciado que todos aquellos que sean detectados sin su correspondiente cartilla militar incurrirán en un delito contra la seguridad del Estado que les valdría su inmediato traslado al primer frente de batalla.

De forma casi paralela, la guerrilla de UNITA, que dirige Jonas Savimbi, está reclutando en las áreas bajo su control a jóvenes y menores que durante los primeros días se ocupan de cargar las armas de los veteranos. Poco a poco son instruidos en el manejo de las mismas y, al cabo de unos días, estarán sembrando de minas los alrededores de las ciudades asediadas por la guerrilla. Así ha ocurrido en Cuito y Huambo, según testigos que han llegado de ambas ciudades, donde la mayoría de la población no se atreve a salir de los centros urbanos por temor a que les estallen las piernas.

Los observadores internacionales estiman que el país está sembrado con más de cinco millones de minas, una cifra que habrá aumentado sensiblemente desde la última ofensiva de UNITA, iniciada a mediado del pasado mes de diciembre. Estos explosivos macabros han dejado en Angola cerca de 100.000 mutilados, entre ellos millares de jóvenes que sólo disponen de un centro de asistencia especializada en Luanda, apoyado por diversas organizaciones internacionales. El pasado 11 de enero, la Unión Europea (UE) distribuyó un comunicado en el que expresaba su "profunda preocupación por el estancamiento del proceso de paz en Angola" y lamentaba la "intensificación de la colocación de minas". La UE solicitaba "al Gobierno angoleño, y en particular a UNITA, el cese inmediato de su colocación y la garantía de la elaboración de planos para eliminarlas".

Los jóvenes angoleños de ahora no tienen nada que ver con aquellos revolucionarios de 1975 que se alistaban voluntariamente en el Ejército para defender un régimen comunista, tras su independencia de Portugal. Los jóvenes angoleños pretenden salir de la miseria. No conocen otra vida, a excepción de las imágenes que reciben por televisión o de la llegada de los turistas. La mayoría deambula por las calles o los campos. No tienen empleo, ni la más mínima expectativa de conseguirlo. La delincuencia crece sin remedio. Cualquier asalto está justificado para sobrevivir. Y no sólo en la ciudad. Los salteadores de carreteras están a la orden del día. Las autoridades desaconsejan cualquier viaje por carretera sin ir en caravana y con un mínimo de seguridad. En Luanda, algunos de estos desamparados se buscan la vida vendiendo periódicos, lavando coches o como guías de los extranjeros.

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El fervor revolucionario, evidentemente, ha desaparecido. La mayoría de ellos no quiere ir a la guerra, pero no tienen alternativa. Algunos se esconden en los musseques (los barrios de lata de los suburbios), pero se arriesgan a viajar al frente con mayor rapidez. Otros, los menos, no tienen dudas.

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