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CIENCIA

Un estudio sobre sexo oral provoca la caída del director de una famosa revista científica

Polémica por la publicación en JAMA de un estudio de 1991 en pleno proceso contra Clinton

Milagros Pérez Oliva

Diecisiete años llevaba George D. Lundberg al frente del Journal of American Medical Association, el famoso JAMA, cuando Ratcliffe Anderson, subdirector general de la American Medical Asociation (AMA) le comunicó a finales de la semana pasada que estaba destituido. La razón: haber aprobado la publicación de un estudio sobre sexo oral en el que el 59% de los estudiantes consultados opinaba, como Clinton, que mantener relaciones orales no puede considerarse relación sexual. La destitución ha provocado una intensa polémica en los medios científicos.

El sexo oral derriba al director del JAMA. Este titular podría figurar en el encabezamiento de este artículo. No sería mentira. Pero sería sensacionalista. La línea divisoria entre el rigor y el sensacionalismo es a veces difusa, igual que la que separa al rigor del oportunismo. La destitución de Lundberg ha puesto altavoces a un debate que discurría de forma soterrada en la comunidad científica sobre los efectos que está teniendo la creciente competencia entre las revistas científicas por aumentar su proyección pública.La investigación que ha desatado la tormenta, incluida en la edición del JAMA del 20 enero, refiere los resultados de una encuesta realizada por Stephanie Sanders y June Reinish, del Instituto Kinsey para la Investigación sobre Sexo, Género y Reproducción de la Universidad de Indiana. La encuesta, realizada a 600 universitarios, incluía la siguiente pregunta: "¿Dirías que has tenido una relación sexual cuando la relación más íntima ha sido un contacto oral? El 59% de los encuestados respondía que no. La mayoría consideraba que sólo cuando hay penetración puede hablarse de relación sexual.

El interés científico de lo que puedan opinar estos 600 estudiantes puede ser discutible. Pero desde luego nadie duda de la oportunidad de su publicación justo cuando se celebra en el Senado de Estados Unidos el proceso de destitución contra el presidente Bill Clinton, cuyos defensores concentran ahora toda su batería argumental en negar que el sexo oral mantenido por el presidente con la becaria Mónica Levinsky constituya una relación sexual.

¿Por qué no pueden publicar las revistas científicas artículos de interés periodístico?, argumentan los defensores de Lundberg. Hay un detalle, sin embargo, que opera en su contra: el estudio fue realizado en 1991. Y en ciencia, ocho años son muchos años. El destituido editor de JAMA no ignoraba esta dificultad y justificó la inclusión del artículo alegando en su presentación que "esta cuestión es de especial interés hoy en día, debido a las recientes declaraciones del presidente".

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El 15 de enero, Anderson firmaba un comunidado de la AMA en el que se anuncia la destitución de Lundberg porque "con su reciente comportamiento ha puesto en peligro la tradición histórica y la integridad de la publicación al arrastrarla a un debate político que nada tiene que ver con la ciencia ni con la medicina". Más tarde aclaró que no ponía objeciones al artículo sino al hecho de que se hubieran vulnerado los plazos habituales de publicación por hacerlo coincidir con el proceso a Clinton. Anderson reconocía que Lundberg había aumentado el prestigio de la publicación. "Pero con el tiempo he perdido la confianza en su capacidad para mantener ese alto nivel de credibilidad e integridad", añadía. Lundberg se había asumido la dirección de la revista en 1982, cuando era poco más que un boletín interno. Su capacidad para incidir en los puntos neurálgicos de la investigación biomédica habían aupado a la publicación hasta pisarle los talones a la prestigiosa New England Journal of Medicine, la principal revista científica de Estados Unidos.Pero algunos observadores, entre ellos el corresponsal científico del The New York Times Magazine, Larry Altman, habían criticado la creciente deriva de Lundberg hacia la espectacularidad con el fin de conseguir publicidad en la prensa de información general. La publicación, el pasado noviembre, de un número monográfico sobre medicinas alternativas había provocado una intensa polémica en medios científicos.

Pese a ello, Lundberg había acumulado un gran prestigio entre sus colegas y ha recibido una rápida oleada de solidaridad. La directora del New England, Marcia Angell, se ha apresurado a declarar que la publicación del estudio, aunque discutible, no es motivo para cesar a un director que llevaba 17 años en el cargo. También le ha defendido Iain Chalmers, portavoz del centro Cochrane de Estados Unidos. Y Richard Smith, director del British Medical Journal, quien afirma en un comentario editorial que la AMA se ha herido a sí misma "y a las publicaciones médicas" despidiendo a Lundberg. Smith arremete contra la asociación recordando que su número de socios ha caído hasta el 38% de los médicos norteamericanos "y está considerada como una organización reaccionaria a la que únicamente preocupa su propio interés".

Más contundente todavía, Richard Horton, editor de The Lancet, pide la dimisión de Anderson. En un extenso artículo, Horton recuerda que la AMA es una asociación muy politizada y que, según el Chicago Tribune, desde 1989 su comité de acción política ha gastado 1.960 millones de pesetas en apoyar a candidatos para el Congreso, y que los candidatos republicanos se han llevado el doble que los demócratas.

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