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CiU quiere asegurarse de que Esquerra obtenga un buen resultado en las elecciones catalanas

Francesc Valls

El futuro de Convergència i Unió (CiU) se debate entre el PP y Esquerra Republicana (ERC). Las encuestas señalan, para las próximas autonómicas, desde un empate (a 50 diputados) entre el PSC y la coalición nacionalista hasta, en el mejor de los casos, 61 diputados para CiU, a siete de la mayoría absoluta. "Pujol sueña con un Ayuntamiento de Barcelona con la entente PSC-CiU, una Generalitat gobernada por CiU con apoyo de ERC y un Gobierno central que precise de los votos de nuestra coalición para tener mayoría", subrayan fuentes de la coalición.

Como un primer paso hacia estos objetivos, algunos dirigentes de CiU han transmitido al director de la Corporación Catalana de Radio Televisión, Jordi Vilajoana, su voluntad de que ERC cuente con un trato mediático preferencial respecto a su competencia directa (Iniciativa per Catalunya-Verds y el Partit per la Independència) y obtenga 10 diputados. En CiU se reconoce abiertamente que se mima a Esquerra. Jugando con el PP en Madrid, con Esquerra en Cataluña y con el PSC en Barcelona, Pujol lo tendría todo bajo control. "Ése es el mundo idílico y de armonía política que le gustaría al presidente de la Generalitat", asegura un dirigente de la coalición. Pero en este curso político 1999-2000 todo está abierto. Joan Clos puede rondar la mayoría absoluta, eso al margen de que la "entente" puede ser CiU-PP para desbancarle, según defienden algunos sectores nacionalistas; el PP va hacia la consecución de una mayoría más cómoda que la actual en el Congreso de los Diputados, y Pujol se enfrenta a un duro candidato, Pasqual Maragall. Así que CiU debe matar muchos lobos antes de vender la piel. Y aun dentro de la propia coalición hay que cauterizar viejas heridas, intentar pactar un puesto más razonable que el octavo para el líder de UDC, Josep Antoni Duran Lleida, y conseguir luego unos buenos resultados que eviten veleidades secesionistas. Pujol es consciente de ello y quiere lograr una mayoría confortable. Pero no todos coinciden en cómo. En los sectores más nacionalistas de CDC se confía en que esa mayoría se logre gracias a ERC y matando dos pájaros de un tiro: logrando que Esquerra atraiga votos de IC-V, lo que en la práctica supone menos votos para Maragall. Este razonamiento tiene un talón de Aquiles: si CiU se escora hacia el discurso nacionalista duro, le quita votos a Esquerra y además deja su flanco derecho a merced de que un Partido Popular ávido de incrementar su patrimonio electoral. Eso opinan los detractores de esa idea, quienes piensan que ya sería hora de ir abandonando los discursos nacionalistas, como la Declaración de Barcelona, que, a su juicio, asustan a buena parte del empresariado y al electorado más moderado. El presidente de la Generalitat, no obstante, no se encuentra en esa línea: prueba de ello es que parece decidido a acentuar el alma más patriótica de CDC frente a la más moderada. De ello ya dio muestras en el discurso que abrió el debate de política general del pasado año, en el que pidió la soberanía compartida y desempolvó su acerada crítica contra el centralismo. Pacto fiscal El pacto fiscal, el gran argumento de la campaña, va a reforzar más esa línea. Esa reivindicación es, a juicio de algunos dirigentes de CiU, la gran zanahoria que atraerá a muchos electores. Pujol sigue, pues, la línea dibujada por el aparato de su partido, CDC, lo que se ve muy distinto desde otros sectores convergentes más moderados o desde la propia UDC. De momento, Pujol ha prestado oídos a las reivindicaciones de los alcaldes de su formación, que le pedían elecciones en otoño. Pero debe quedar claro que la decisión la ha tomado en solitario, aislado en su Sinaí interior con las voces en la lejanía del secretario general de CDC, Pere Esteve, y del consejero de Presidencia, Xavier Trias. En CDC y en Unió se opina que hay que rectificar la trayectoria para no ofrecer en bandeja al PP el apetitoso bocado del electorado más moderado de CiU. ¿Y cómo se va a comportar ese sector ante los cantos de sirena de un remozado Partido Popular que presente cara de sensatez centrista? Hay diversidad de opiniones. Algunos analistas sostienen que CiU ya ha pagado el efecto PP por su colaboración desde 1996 y que el PP, por tanto, ya ha tocado techo. Pero con una campaña electoral en marcha y con CiU profundizando en su discurso nacionalista, ¿va a seguir siendo válido este análisis? En CiU se barajan todas estas estas variables para futuros pactos, pero la línea de apoyo a ERC es la que cobra más fuerza de momento, incluso a costa de haber sacrificado una relación políticamente más fácil con el Partit per la Independència, dicen algunos dirigentes de CDC.

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