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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Escalofrío

POR SEGUNDA vez en seis meses, un escalofrío ha recorrido las finanzas mundiales afectando a todas las bolsas. Hay que lamentarlo, pero no debe sorprendernos. La primera crisis global de la historia, la que empezó en julio de 1997 con la devaluación del bath tailandés, había quedado simplemente anestesiada; no curada. El pasado verano volvió a despertar en Moscú, con una devaluación del rublo que contaminó a muchas economías emergentes, principalmente de América Latina. Brasil produce casi la mitad del PIB de ese subcontinente y es ese eslabón el que se ha roto de nuevo. Pero las señales de alarma seguían encendidas.La dimisión de Gustavo Franco, presidente del Banco Central brasileño, y la devaluación del real -en cerca de un 12% respecto al dólar- desataron una ola de pánico financiero que recorrió el mundo entero. Todas las bolsas sin excepción vivieron un miércoles negro. La de Madrid registró la tercera mayor caída de su historia, entre otras razones porque algunas de las más importantes empresas presentes en el índice IBEX-35 dependen en una parte significativa del resultado de sus inversiones en América Latina, y específicamente en Brasil.

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Este gigantesco país ha despertado del sueño de la estabilidad aparente en el que había entrado tras el anuncio del desembolso parcial de los 41.000 millones de dólares comprometidos por el FMI y otras instituciones a cambio de la aplicación de un drástico recorte del déficit público, con un significativo aumento de impuestos y reducción de gastos. Pero el Parlamento se ha negado a convalidar algunas de las propuestas de Cardoso, a lo que se ha sumado la moratoria decretada por el gobernador del Estado de Minas Gerais a sus pagos a la Administración central. La dimisión del presidente del banco emisor y la devaluación deberían facilitar la aprobación parlamentaria del resto del plan económico. Pero muchos se preguntan por la credibilidad de la economía de un país cuyos capitales huyen al exterior a razón de mil millones de dólares diarios.

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Es de temer que Brasil arrastre en su caída a otros países latinoamericanos y que una crisis de esta envergadura tenga efectos pandémicos en otras economías emergentes del mundo, que observan cómo los grandes capitales vuelven a buscar refugio en las monedas más fuertes. En Asia, China ha aguantado hasta ahora sin devaluar, pero ¿cuánto tiempo resistirá una vez que alguna de sus instituciones financieras, como el fondo GITIC, avalado por el Estado, ha entrado en una bancarrota más profunda de lo temido?

Lo ocurrido ayer no puede llevar a demonizar la globalización, pero sí a revisar los mecanismos de propagación de las crisis, en lo que constituye un proceso de aprendizaje para todos. Hay que cuestionar que las economías ricas exijan a las emergentes, como la brasileña, que acepten a la vez la libertad de movimientos de capitales y un tipo de cambio de sus monedas excesivamente rígido respecto al dólar. Cada economía, según su grado de madurez, requiere un ritmo y unas condiciones distintas de apertura.

Es necesario también avanzar hacia un sistema financiero mundial más estable y transparente, en el que el FMI desempeñe un papel supervisor y regulador más potente que el que ha ejercido hasta ahora. Es necesario buscar un tratamiento terapéutico y no simple analgésico a una crisis financiera que se reproduce cíclicamente año y medio después de su primer estallido. Pero lo urgente hoy es apuntalar la economía brasileña para evitar el contagio y apoyar su recuperación. Para ello parece inexcusable un mensaje del FMI que contribuya a que los mercados se crean esta devaluación del real brasileño, lo que permitiría bajar unos tipos de interés que han permanecido en torno al 30% durante meses, y que ahora están en un 50%. Así respirarían las finanzas públicas y las empresas. Es de temer que los mercados consideren insuficiente la pérdida de valor registrada ayer por el real.

La crisis pilla en mal momento a Europa, con el euro en fase de despegue, complicaciones políticas en la Comisión Europea, y unas perspectivas de crecimiento muy justas y que pueden deteriorarse. Y a EE UU, con su atención puesta en el juicio a Clinton, cuya vista empieza hoy, cuando debía concentrar todos sus esfuerzos y su capacidad de liderazgo en evitar un socavón de enorme magnitud en la economía mundial.

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