La sinfonía de Cruz de Castro
La presencia del Orfeón Donostiarra para insistir en los Carmina Burana, esa página gestual, medievalista y efectista de Carl Orff, y el estreno absoluto de la Primera sinfonía, Canarias, de Carlos Cruz de Castro, escrita por encargo del festival, provocaron un nuevo lleno del Auditorio Alfredo Kraus. La Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y su titular, Adrián Leaper, hicieron en todo el programa, iniciado con la Primera rapsodia, de Enesco, ya tan viejita, una labor excelente por rigurosa y entusiasta. Como debe ser, que ya decía un célebre director que para él la obra que interpretaba era, en aquel momento, la mejor del mundo.Los autores contemporáneos sufren con frecuencia bastante desatención por parte de muchas batutas que esperan su momento en las quintas, patéticas, prepatéticas y superpatéticas. No así Leaper, que ha montado la sinfonía de Cruz de Castro con el máximo interés para descubrirla en todos sus valores. Son muchos, ciertamente, y muy originales, pues este inteligente músico canario de Madrid, sin pretender descubrir atlánticos ni mediterráneos, nos descubre siempre su voz propia, su pensamiento claro, su riquísima imaginación para los colores logrados unas veces por acumulación y otras por refinada selección. No digamos nada de su rítmica, verdaderamente avasalladora, que en el primer movimiento de la sinfonía se acerca, con riesgo, a una situación límite; mientras todo el conjunto parece la imagen del más violento y volcánico paisaje de las islas. Todo queda asumido y objetivado, sin embargo. Un ejemplo: la evocación de la folía, a través de un fragmento del estribillo popular y no de la copla, no convierte el segundo tiempo en nada neonacionalista, pues Cruz de Castro sabe poco y quiere menos de los saltos atrás.
Su modernidad integra, como hecho natural, una suerte de lírica mineral, vieja magia danzada, bruitisme, repetición no minimalista y fuerte sentido constructivo. Canarias cuenta con una nueva y valiosa dedicación musical después de este estreno de gran éxito al que asistió, gozoso y con sus 94 años de juventud acumulada, el padre del músico, Sebastián Castro Quintana, todo un personaje en la historia de Las Palmas. El programa-libro incluye gran información sobre la obra redactada por el propio compositor, Marta Cureses y Guillermo García Alcalde. En definitiva, un estreno importante y bien hecho en todos los órdenes.
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